14 de diciembre
Calle San Vito, 24
El edificio es de lo más anodino, ni moderno ni antiguo, ni feo ni bonito, ni demasiado alto ni demasiado bajo. No tiene nada de especial. Ni siquiera sus habitantes. Un edificio insignificante, en una calle insignificante de una ciudad insignificante.
Primero derecha: Selenia y Daniel
Selenia y Daniel están estrenando vida matrimonial. Un mes escaso les separa del “sí, quiero” y, por supuesto, están en plena luna de miel. La tensión sexual hace vibrar hasta las ventanas y sus amigos dan gracias al bicho por no tener que soportar sus continuas muestras de almibarado amor.
Selenia y Daniel, allá por marzo, pensaban que tendrían que suspender la boda por culpa de la pandemia, pero, por suerte, no fue así aunque, claro, no pudieron tener una gran celebración y debieron limitarse a comer con los más allegados. Tampoco es que les importe demasiado, más bien lo agradecen porque la idea de un bodorrio por todo lo alto era más cosas de las respectivas madres que de los, en aquel momento, futuros contrayentes.
Hoy empiezan a poner su primera decoración navideña juntos. Selenia, bajita, pizpireta e inquieta, baila, canta villancicos, da saltitos, come polvorones y corretea por toda la casa ilusionada como una niña y Daniel, más serio y comedido, la mira divertido sin abandonar su heroica batalla contra las enredadas luces de colores.
Son felices. Normal. Están al inicio del que esperan sea un largo camino aunque son conscientes de que cabe la posibilidad (esperan que remota) de que su sendero único se bifurque en dos.
Pero lo importante es que aquí, ahora, son felices en su pequeño y cálido escondrijo.
Será, como ya se ha dicho, su primera Navidad en pareja y, por aquello del virus, sin familia. Selenia, en secreto, se alegra de ello, así no tendrá que aguantar las miradas reprobatorias de su suegra y las indirectas sibilinas de su cuñada. Daniel, también en secreto, se siente tan contento como su mujer de no pasar las fiestas con la familia, especialmente la política. Algún día, en un futuro ahora lejano, confesará lo muy insoportable que les resultan sus dos cuñados gemelos, pero eso será algún día...
Daniel y Selenia terminan de decorar y, entre risas, caen abrazados al sofá donde da comienzo uno de sus juegos favoritos.
Mejor cerrar la puerta y dejarlos solos.
Me has recordado las primeras navidades que pasé de recién casada. Por supuesto, en aquellos tiempos no estaba el bicho y la familia se reunió como era costumbre pero fueron unas navidades que viví con una ilusión muy especial.
ResponderEliminarMuy bonito ele relato.
Besos, Dolo