domingo, 29 de octubre de 2023

Rutina

Como cada noche, me siento en mi sillón favorito a ver mi programa de televisión favorito. 

Al rato comienzo a oír un lento arrastrar de pies que se aproximan por el pasillo. Pasos lentos, pesados, renqueantes.

Se detiene en la puerta. 

Me está mirando, puedo percibirlo, pero no pienso girarme. Quizás si la ignoro me deje tranquilo.

La muerte y el entierro han sido momentos muy duros, merezco paz... Y ella también.

Ah, ya se ha puesto otra vez en marcha. 

Oigo el lento siseo de sus pies pero, sobre todo, la huelo, es imposible no reconocer ese olor.

Sigo mirando al televisor, rezando para que se vaya de nuevo.

Pero no se va.

Llega hasta mi sillón.

La noto tras de mí.

Quiero que me deje en paz.

Sólo quiero ver mi programa.

No quiero mirarla.

Su mano demacrada se apoya sobre mi hombro y acerca su boca a mi oído.

Tampoco quiero oírla.

Estoy a punto de decirle que se vaya, pero ella es más rápida.

‒Cariño ‒me dice en un ronco susurro‒, es hora de volver. 

Intento seguir ignorándola.

‒Vamos, no seas cabezota ‒insiste‒. Este  ya no es tu lugar, y lo sabes.

Finalmente la miro y ella, con esfuerzo, intenta esconder su repugnancia con una sonrisa. Intento hablar pero, claro, mi garganta ya no puede emitir sonidos. 

Me levanto lentamente. Le he vuelto a dejar el sillón perdido de tierra, fluidos y bichos diversos.

Ahora soy yo quien arrastra los pies mientras ella me mira con algo que no sé muy bien si es tristeza, miedo o asco.

Salgo de casa y, despacio, muy despacio, regreso al cementerio.



viernes, 27 de octubre de 2023

La niña

 

La veo por el rabillo del ojo. Rubia, preciosa, seria... aterradora. No hace nada, ni siquiera sonríe, sólo está ahí, mirándome. He intentado girarme para verla, pero es imposible, se queda siempre en el borde de mi visión.

Lleva meses siguiéndome. No sé quién es ni qué quiere de mí. Pero sé, con una certeza absoluta, que si me quedo a oscuras algo terrible me va a ocurrir. 

No sé cómo, pero lo sé. 

Ahora duermo con las luces encendidas.Y tengo varias linternas y decenas de velas, sólo por si acaso. Debo tener siempre alguna fuente de luz que la mantenga a raya.

Evito salir de noche y, cuando no queda más remedio, busco siempre las calles más iluminadas.

No la veo andar, pero me sigue a todas partes.

Callada.

Quieta.

Rubia.

Preciosa.

Aterradora.

Las supuestas médiums que he visitado no pudieron ayudarme. La mayoría de ellas ni siquiera me creyeron.

Intenté contarlo, pero me miraron como si estuviera loca. Quizás lo esté. Ojalá lo estuviera.

Ahora mismo está ahí, mirándonos. A mí, que escribo y a ti, que lees.

Tienes suerte, tú no la ves. Ahora mismo sonríe y, créeme, no quieres verla sonreír.

Insisto, tienes suerte, yo sí la veo. Todos los días. A todas horas.

Tú, sin embargo, la olvidarás en cuanto dejes de leer estas palabras y no la verás jamás... O eso espero.



miércoles, 25 de octubre de 2023

Miss Pinkerton


 

Todo iba bien hasta que llegó Miss Pinkerton y lo fastidió todo.

A Miss Pinkerton nunca le gustamos. No sé muy bien por qué, después de todo nos portábamos muy bien. En clase todos estábamos muy atentos, nadie hablaba, ni se distraía y ni olvidaba hacer las tareas. Éramos los alumnos que todo profesor sueña. Pero a Miss Pinkerton no le gustábamos.

Y la verdad es que a nosotros tampoco nos gustaba ella.

Ese fue su primer error.

Decía Miss Pinkerton que tenía la sensación de que siempre andábamos planeando cosas y ninguna buena.

Contaba que le ponía los pelos de punta que dejáramos de hablar en cuanto ella se acercaba y, sobre todo, que nos quedáramos mirándola tan fijamente.

Se quejó a nuestros padres que, por supuesto, no encontraron el menor sentido a sus quejas.

Se quejó, también, a Mrs. Andrews, la directora quien, muy educadamente, la ignoró.

A medida que pasaban los días, Miss Pinkerton, se veía cada vez más nerviosa y asustada.

Se quejaba de que alguien la vigilaba, que en las noches veía sombras diminutas correteando por su jardín, que más de una vez encontró animales descuartizados en la puerta de casa... 

El pueblo entero siguió ignorándola

Entonces Miss Pinkerton pasó del miedo histérico a la ira violenta. Su antipatía hacia nosotros y la falta de interés de los adultos, la llevaron a emplear el castigo físico e inventaba faltas imaginarias para azotarnos.

Ese fue su último error.

La noche de Halloween, tras acabar de recorrer el pueblo pidiendo chuches, nos dirigimos a la casa de Miss Pinkerton. Sabíamos que no iba a abrirnos, así que nos limitamos a permanecer en pie en el camino de entrada, vestidos con nuestros disfraces. Éramos conscientes de que la imagen que ofrecíamos era perturbadora y terrorífica. Al cabo de un rato Miss Pinkerton abrió la puerta. Llevaba un enorme cuchillo en cada mano. Y se plantó allí, mirándonos fijamente, la respiración agitada y los ojos llenos de locura.

Nosotros no hicimos el menor movimiento.

Durante un rato seguimos así, como si estuviéramos en un duelo de una película del Oeste, esperando ser más rápido que el otro.  

Por supuesto, el primer movimiento fue suyo. Comenzó a avanzar, primero despacio, con pasos largos y firmes. Luego, poco a poco, comenzó a acelerar. Gruñía como un animal, enseñando los dientes, relucientes a la luz de la luna.

La primera piedra le dio justo entre los ojos y la hizo caer sobre el camino. Como una tabla. 

¡PAM!

Sólo entonces sacamos nuestros propios cuchillos y nos lanzamos sobre ella.

Casi ni gritó. No tuvo tiempo. Fueron tantas las cuchilladas que recibió que no tardó en morir. 

Acabamos todos empapados en sangre y bailando alrededor de su cuerpo destrozado.

Volvimos a casa riendo felices.

Nuestros padres nos recibieron alegres y nos mandaron inmediatamente al baño. Más tarde algunos de ellos se encargarían de Miss Pinkerton.

Ahora tenemos una nueva maestra: Miss Taylor. Parece simpática y parece que le gustamos.

A nosotros nos gusta ella... al menos de momento.


lunes, 23 de octubre de 2023

La cosa bajo la cama

La cosa bajo la cama se mueve con cautela, olisquea el aire y fija sus amarillos ojos en la mano que acaba de caer y cuelga, fláccida, más allá del borde oscuro del lecho.

Arrastra su viscoso cuerpo y se acerca al miembro que le permitirá acceder al alimento que ansía. 

Lanza su zarpa a toda velocidad y, justo antes de sujetar a su presa, la mano se mueve y atrapa su muñeca con la fuerza de un gorila.

La cosa lucha, intenta soltarse, escapar de esa dolorosa tenaza. Pero el monstruo sobre la cama es más fuerte y, lento pero seguro, lo saca de su seguro refugio.

La cosa grita como un cerdo en matanza cuando los colmillos de su cazador se clavan en su fría carne y le desgarran sin piedad.

Tras unos instantes, vuelve el silencio y la calma.

El niño lanza un ligero eructo y vuelve a dormir con una amplia sonrisa de satisfacción en su rostro angelical.



sábado, 21 de octubre de 2023

Despiste

 


Cuando la primera mosca comenzó a seguirme a todas partes, no le di demasiada importancia. Era una molestia, obvio, pero que una mosca se ponga pesada y vaya contigo a todas partes tampoco es que tenga nada de especial.

Cuando llegaron la segunda y la tercera, me sentí, por supuesto, bastante  más molesto, pero siguió sin parecerme extraño y lo achaqué al calor excesivo que esos días estábamos sufriendo.

Luego aparecieron la cuarta, la quinta, la novena, la vigésima... Tenía todo un enjambre siguiendo mis pasos por la casa y algunas ya  paseándose sobre mí.

Fue entonces cuando me percaté del olor. Un hedor intenso, soportable de momento, pero que iba en aumento a medida que pasaban los minutos. 

Era evidente que ese era el motivo de que hubiera tantas moscas en casa. Tenía que encontrar la fuente.

Dediqué casi toda la tarde buscando la procedencia de la peste, hasta que caí en la cuenta de que era yo el origen. Algo no iba bien en mí, tendría que acudir al médico, pero antes decidí darme una  buena ducha para intentar eliminar todo el mal olor posible.

No podía ir al centro de salud apestando y perseguido por docenas de moscas...

Fue entonces cuando me vi en el espejo y me caí en lo que estaba pasando.

Había muerto dos días antes y lo había olvidado por completo.

Siempre he sido  muy despistado, pero esto era un poco el colmo.

De modo que desistí de la ducha.

Volví a mi dormitorio y me tumbé en la cama.

Ahora que había recordado, tenía que comportarme con un cadáver decente y  no moverme de ahí, a la espera de que alguien me descubriera.


jueves, 19 de octubre de 2023

 

René era el zombi más patético, triste y solitario que puedas imaginar. Mientras los otros correteaban (de esa manera anquilosada en que corren los zombis)  de acá para allá, René se quedaba merodeando y gruñendo sin unirse a ellos, dando vueltas a su alrededor haciendo muecas y visajes que pretendían ser amenazantes, pero sin unirse a los ataques.

El estómago de René era el que más y mejor gruñía de toda la ciudad, el que producía los bajos más bajos y los agudos menos agudos. Si el hueco cerebro de los otros zombis les permitiera apreciar esos detalles, René sería considerado un virtuoso gástrico. Pero, por supuesto, no tenían la suficiente materia gris para ello. El instinto de alimentarse de cualquier cosa viva que estuviera a su alcance era lo único que provocaba la reacción y el movimiento. 

Y René corría con todos, porque el instinto manda.

Y atacaba con todos, porque es lo que un zombi hace.

Y cerraba la boca en torno a cualquier cálido miembro que pillara... Y se apartaba sin nada en la boca ni en el estómago, porque el pobre René, el zombi más patético, triste y solitario que puedas imaginar, no tenía ni un solo diente.

Por eso su estómago era el que mejores gruñidos emitía.



martes, 17 de octubre de 2023

 

‒Yo que tú daría media vuelta y me iría.

‒¿Por qué?

‒Porque no te va a gustar lo que te vas a encontrar.

‒Bah, bobadas, aquí dentro no hay nada más que moho y suciedad.

‒Hazme caso, aún estás en la puerta y puedes irte sin más. Si entras, es probable que lo que está ahí dentro no te deje salir.

‒¿Y qué es eso que, según tú, me voy a encontrar?

Una mano demacrada surgió de la nada, una uña como un garfio acarició su mejilla, un olor putrefacto llenó su nariz y la voz que le hablaba se volvió ronca y le susurró al oído:

‒Yo.




viernes, 13 de octubre de 2023

La casa




No hagáis ruido, casi ni respiréis, 
mejor incluso que no miréis. 
Dad un largo, enorme, gigantesco rodeo, 
pero no os acerquéis, no hagáis ruido, casi ni respiréis 
o lo que ahí esté durmiendo 
saldrá de caza y vosotros seréis la presa.



Karma

  El viejo monje observaba la delicada mariposa posada en su dedo. ‒Una vez fui como tú -le dijo-, y una vez tú fuiste como yo. Lo recuerdo ...