La cosa bajo la cama se mueve con cautela, olisquea el aire y fija sus amarillos ojos en la mano que acaba de caer y cuelga, fláccida, más allá del borde oscuro del lecho.
Arrastra su viscoso cuerpo y se acerca al miembro que le permitirá acceder al alimento que ansía.
Lanza su zarpa a toda velocidad y, justo antes de sujetar a su presa, la mano se mueve y atrapa su muñeca con la fuerza de un gorila.
La cosa lucha, intenta soltarse, escapar de esa dolorosa tenaza. Pero el monstruo sobre la cama es más fuerte y, lento pero seguro, lo saca de su seguro refugio.
La cosa grita como un cerdo en matanza cuando los colmillos de su cazador se clavan en su fría carne y le desgarran sin piedad.
Tras unos instantes, vuelve el silencio y la calma.
El niño lanza un ligero eructo y vuelve a dormir con una amplia sonrisa de satisfacción en su rostro angelical.
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Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...