
No había sido fácil, nada, nada, nada fácil y no lo había logrado exactamente como él hubiera deseado pero ya se sabe que a la ocasión la pintan calva y hay que agarrarla en cuanto la ves pasar a tu lado, aunque sea de una oreja.

Y eso fue lo que Arnoldo hizo. Aprovechar la oportunidad. En cuanto vio a aquel tipo entrar en el banco supo lo que iba a hacer y a quien iba a tomar como rehén: a él. No podía resistirse a la llamada de la fama. Arnoldo no servía para atracador, tampoco servía para héroe pero como víctima, ah, como víctima era ideal. Y eso fue. Víctima. Rehén. Sacrificio en el altar de la violencia y la fama.
Y ahí tenía su recompensa. En la primera página de los diarios y abriendo todos los noticiarios. Arnoldo se sentía total, completa y absolutamente orondo y ufano. Ya tenía un lugar en la pequeña historia cotidiana. Había logrado sus minutos de fama. Su nombre, hoy, era conocido y citado en todos los rincones del país.

Ah, sí, no se podía estar más orgulloso y complacido de lo que Arnoldo se sentía esa mañana y, a cambio, sólo había tenido que pagar el pequeño precio de su vida. ¿Y qué es eso al lado de la notoriedad y la popularidad?
Feliz Año 2010... ya, ya, llego con algo de retraso pero más vale tarde que nunca... ¿no? :D