sábado, 10 de diciembre de 2022

10 de diciembre


Embutido en su EVA el astronauta trabajaba fuera de la estación espacial cuando lo vio.

―¡No puede ser! ―murmuró para sí, sacudiendo la cabeza.

―¿Ocurre algo, Jhon? ―preguntaron desde el interior de la estación.

―No, no. Hablaba solo.

Jhon volvió a mirar hacia el lugar donde había visto lo que no podía estar allí.. Y allí estaba, aproximándose.

El astronauta revisó sus constantes y las del EVA, todo estaba correcto. 

No había tomado ninguna medicación que provocara alucinaciones.

Pero aquello seguía allí.

Sus compañeros estaban dentro, ocupados con otras tareas, así que era el único que estaba viendo aquello. Podía preguntar, pero no se atrevía. Los demás creerían que se estaba volviendo loco. ¡Qué narices! ¡Él mismo dudaba de su cordura!

Porque aquello no podía ser...

Pero allí estaba.

Enorme.

Rojo.

Centelleante y tintineante.

Al pasar frente a él, Santa Claus le saludó con una gran sonrisa,

―Imposible. No puede ser. No he visto lo que estoy viendo ―. Murmuraba sin dejar de agitar su mano devolviendo el saludo.


 

viernes, 9 de diciembre de 2022

9 de diciembre

 

El robot miraba fijamente al árbol de Navidad. Desde su hornacina  al otro lado del salón había contemplado todo el proceso de instalación y decoración. Había observado cada adorno, cada risa, cada cinta, cada broma y cada sonrisa. Había puesto muchísima atención al encendido de luces y no había perdido detalle de la instalación del resto de la decoración navideña. Mientras tanto  su cerebro cibernético buscaba información en la red sobre lo que estaba ocurriendo, medía, comparaba, bosquejaba, relacionaba, desmenuzaba y aprendía cuanto podía.. Al finalizar sabía todo lo que había que saber sobre la Navidad, su origen, sus símbolos y las distintas celebraciones alrededor del planeta.

Y ahora, en la oscuridad, solos él y el árbol, el robot miraba aquel símbolo de la Navidad.

Fijamente.

Estupefacto por vez primera  en su corta y binaria vida.

Comprendía perfectamente la historia y los mitos.

Conocía las tradiciones al dedillo.

Pero no lograba comprender qué impulsaba a los humanos a seguir celebrando unas fiestas cuyo sentido primigenio se había borrado hacía mucho y de las que muchos abominaban y que, sin embargo, hacía que las multitudes tomaran las calles, que cientos viajaran para reunirse con sus familias, que se iluminaran las ciudades y que se celebraran grandes comidas.

Y Por eso estaba allí, frente al árbol, mirándolo fijamente e intentando arrebatarle el secreto de ser humano.



martes, 6 de diciembre de 2022

6 de diciembre

 

El árbol titilaba y tintineaba, erguido y orgulloso de sus ornamentos mirando desde arriba al gato que lo miraba fascinado, moviendo lentamente su cola sin apartar la mirada de su jurado enemigo.

El gato no podía permitir la afrenta de semejante invasión ni podía resistir la atracción de aquellos refulgentes adornos.

El árbol, por su parte, se limitaba a lucir sus galas y disfrutar de la admiración de su nuevo hogar.

Tras un rato de mútua observación, el gato avanzó lentamente, tensó los músculos, saltó sobre su adversario dispuesto a destrozarlo... Y se estrelló contra la puerta de la terraza que es donde, en previsión de ataques, se había instalado el árbol.

El minino se marchó enfurruñado y el árbol, tras el cristal, tintineó risueño.



lunes, 5 de diciembre de 2022

5 de diciembre

 

No le gustaba la Navidad, nunca le había gustado, pero, a pesar de ello, tras tres años en aquel recóndito asteroide minero, Benjamín, acabó por reconocerse ante sí mismo, en secreto y voz muy baja, que extrañaba toda la parafernalia navideña. Así que, sin pensárselo demasiado, porque pensar no era lo suyo (si así fuera no habría abofeteado a quien abofeteó y no estaría en ese asteroide perdido de la mano de los dioses), se dedicó a hacer campaña entre todos sus compañeros para apañarse una decoración navideña con lo que tuvieran a mano. 

En un par de días, la estación minera lucía una decoración de Navidad estilo steampunk de lo más curiosa. Todos se sentían satisfechos y felices, llenos de alegría y nostalgia. Se canturreaban villancicos, se planeaban comilonas, se respiraba toda la Navidad que se podía respirar a miles de kilómetros de la Tierra.

Pero el más contento de todos era, sin duda, Benjamín, quien, por fin, tras tanto tiempo, podía dedicarse a su pasatiempo favorito: despotricar de las fiestas navideñas.



domingo, 4 de diciembre de 2022

4 de diciembre




 

La mesa estaba puesta para dos, elegante, pero sencilla; sin lujos, pero cuidada. La decoración navideña era igualmente distinguida, pero sin aspavientos ni exceso de oropeles. Así había sido él siempre: con clase y simple. Por supuesto, había elegido su mejor traje. Su invitada de Nochebuena no merecía menos.

Se sentaron a cenar, frente a frente, sólo con la luz suficiente para ver lo que sus platos contenían y disfrutar, a la vez, de la iluminación navideña.

Cenaron y conversaron.

Bebieron y rieron.

Brindaron y recordaron, sobre todo él.

Tras el postre, tomaron el café y unos dulces y se sentaron, cada uno en un sillón.

Al cabo de un rato, él sonrió, suspiró y dijo:

―Bueno, señora mía, supongo que ya llegó el momento de morir.

La Muerte, con su eterna sonrisa, dejó su copa en la mesita y, señalando hacia la mesa, respondió:

―En realidad lleva muerto desde que se sentó a la mesa, pero estaba usted disfrutando tanto que no quise amargarle esta última Nochebuena.

El hombre miró donde la Muerte señalaba y, efectivamente, allí, caído sobre su plato, estaba su cuerpo.

―Muchas gracias ―, dijo a su invitada.

Y entonces ambos comenzaron a desvanecerse.


viernes, 2 de diciembre de 2022

2 de diciembre

 

Nieva. Es diciembre y nieva. Me gusta la nieve.

Nieva. Los copos caen sobre mi cara fría.

Nieva y los recuerdos de otros inviernos acuden como un torrente: tardes de manta y peli, de chocolate con churros, de  castañas asadas acurrucadas entre las manos. Noches de pijama de franela y edredón, de caldo de pollo, de radiador y estufa.

Nieva y yo cada vez estoy más helada.

Nieva sobre mi rostro, sobre mis manos, sobre mi cuerpo, sobre mis recuerdos.

Nieva sobre mi cuerpo destrozado junto al andén, mientras los coches y la vida pasan a mi lado y me dejan allí tirada.



jueves, 1 de diciembre de 2022

1 de diciembre

 

Alzó la página del calendario y se quedó contemplando el nevado paisaje con el que se ilustraba el nuevo mes. 

Bajo ella, en grandes letras rojas, el nombre: DICIEMBRE.

«Diciembre», pensó.

Y se quedó mirando la página un buen rato, dando tiempo a su cerebro para asimilar lo que eso significaba.

«Diciembre», reiteró en su mente, «Para cuando llegue enero todo habrá acabado».

Bajó la hoja que sostenía en alto y devolvió noviembre a su lugar.

Eso no iba a engañar al tiempo, pero quizás sí a su mente.



jueves, 24 de noviembre de 2022

El Destripador

 


No había universo que no tuviera su historia sobre Jack el Destripador. Ni uno sólo que escapara al terror de sus crímenes. A lo largo y ancho del multiverso la historia se repetía una y otra vez, casi de manera exacta. Variaba mínimamente el número de víctimas y, a veces, la época en la que transcurrían los horripilantes hechos, pero el modus operandi del asesino era el mismo.
Y el misterio, también.
Nadie sabía quién era el asesino. En ningún universo había sido posible darle caza. Dado que en todos los casos los crímenes ocurrieron antes del descubrimiento del viaje interuniversal, a nadie se le había ocurrido la solución más simple: que su autor se movía entre mundos paralelos y tenía infinitos lugares donde esconderse y donde asesinar.

viernes, 7 de octubre de 2022

BÚSQUEDA


Indalecio había sido siempre un ser solitario. Le resultaba muy difícil hacer amigos, y lo de conseguir novia resultaba una utopía digna de novela. No era su soledad la soledad de quien carece de habilidades sociales y atractivos, sino algo distinto, más profundo. 

Siempre se había sentido un extraño, un forastero, un invitado en la gran fiesta de la humanidad, como si no formara parte de ella. De modo que cuando llegaron los viajes entre universos paralelos, Indalecio pensó que habiendo infinitos yoes en infinitos mundos, malo sería que no hubiera un lugar del que sentirse parte y algún otro yo que lo acogiera con los brazos abiertos. Así que, decidido a encontrar su propio lugar en los universos, Indalecio dejó atrás su vida y marchó a la búsqueda de sí mismo.



La búsqueda era un trabajo arduo e inacabable, explorar infinitos universos, no era cosa que se resolviera en un fin de semana. En los universos con una tecnología avanzada la cosa era bastante simple y rápida, pero en aquellos que estaban en el equivalente terrestre al siglo XIX e inferiores, la tarea se tornaba realmente complicada. Y entonces encontró un universo digno de las más felices novelas de ciencia ficción en el que científicos e ingenieros habían hallado el modo de localizar rápidamente a los otros yoes en todos los universos paralelos sin necesidad de poner un pie en ellos. Bastaba con un poco de ADN del yo buscador para que, en una pequeña pantalla, aparecieran todos y cada uno de sus otros alternativos.
Indalecio, sin pensárselo dos veces, gastó con gusto los ahorros que le quedaban a cambio de recibir tan valiosa información. Un frotis bucal y 24 horas más tarde, se encontraba ante la pantalla de un ordenador preparado para recibir el extenso listado de sus yoes paralelos.
Estaba hecho un manojo de tensos nervios, sentía las manos sudorosas y le temblaba hasta la raíz del pelo. Su búsqueda estaba a punto de dar un enorme paso adelante.


Dio al enter, en la pantalla parpadeaba el mensaje “esperando resultados”.
El mensaje desapareció.
Apareció un nuevo mensaje:

“CERO COINCIDENCIAS ENCONTRADAS”.

—Debe de ser un error—, dijo Indalecio a la nada que lo acompañaba y comenzó de nuevo.
El resultado fue el mismo:

“CERO COINCIDENCIAS ENCONTRADAS”.

—Imposible—, insistió Indalecio para nadie y volvió a repetir el proceso.
Y repitió.
Y repitió.
Y repitió.
Y cada vez el resultado era el mismo:

“CERO COINCIDENCIAS ENCONTRADAS”.

Al fin comprendía por qué esa sensación de soledad y extrañeza. 
No había otro yo, Indalecio era una probabilidad casi imposible.
Indalecio era el único Indalecio existente en todos los infinitos universos paralelos.



sábado, 11 de junio de 2022

Que veinte años no es nada...

 

Que veinte años no es nada...

Ayer te hacían el test de Apgar, hoy cumples veinte años.

Ayer decías tu primera palabra, hoy cumples veinte años.

Ayer dabas tus primeros pasos, hoy cumples veinte años.

Ayer ponía tu nombre en el babi, hoy cumples veinte años.

Ayer empezabas primaria, hoy cumples veinte años.

Ayer eras una enana muy enana, hoy cumples veinte años.

Ayer jugabas con las Monster High y las Barbie, hoy cumpleas veinte años.

Ayer eras un bollito de nata, una princesa de mejillas de manzana, una Giochi Preziosi y hoy también, pero con veinte años.

Veinte años no es nada, pero da tiempo para mucho, espero que hayan estado más llenos de risas y alegría que de otras cosas. Hemos hecho (seguimos haciendo) lo mejor que podemos.

Veinte años no es nada... Ayer naciste y te quisimos al primer vistazo, hoy te queremos mucho más.

¡Feliz Cumpleaños!


jueves, 13 de enero de 2022

Pensadlo bien

 

Nichole es una amiga y compañera de mi hija. Padece lupus y ha decido escribir un libro sobre su vida y su enfermedad y necesita reunir 2.150 euros para que se lo publiquen. Os dejo aquí la web del crowdfunding, por si queréis (y podéis) echarle una mano en este sueño:

https://www.canariasebook.com/plataforma-de-crowdfunding/proyectos/a-traves-de-mis-ojos/?fbclid=IwAR0DB7SEIIOTHnSLR-jqsL5yQVjwb3e8LzeOXd9FXX_l8MZKagZ9zN_BIlM


Y ya, sin más, os dejo aquí el micro de hoy, un resto de Navidad que me quedó por ahí:


Pensadlo bien porque no lo habéis pensado.
Pensad, detenidamente, durante un minuto en Santa Claus, Papá Noel o cómo queráis llamarlo. 
Pensad bien en ello.
Un hombre con un saco que se cuela en vuestra casa de noche, cuando todos duermen.
Advertís a los niños de que no deben verlo bajo ninguna circunstancia... Y os quedáis tan tranquilos. 
Pensadlo detenidamente porque no sabéis lo que invocáis  e invitáis cada año a vuestros hogares.
No tenéis la menor idea de lo que pasa con esos niños que, curiosos, aguantan despiertos y dispuestos a ver a ese ser mítico y mágico. 
No os imagináis el horror de sus caritas cuando, en lugar de la sonrisa bonachona y la risa contagiosa, se encuentran ante un rostro de oscura maldad y un saco que no se abre para entregarles juguetes sino para engullirlos y llevarlos a lugares que no queréis conocer.
No tenéis la menor idea de lo que ocurre con ellos ni la tendréis jamás, porque, a la mañana siguiente, nadie, absolutamente nadie, les recuerda, ni les llora, ni les añora porque cuando la negrura de ese saco los devora y los envía  a sufrir torturas que no queréis imaginar, se borra cualquier rastro de su existencia.
A menos que un día, sin saber cómo, encontréis un pequeño jersey rosa con olor a colonia infantil y el corazón os dé un pinchazo de dolor y no sepáis por qué...
Pensad, detenidamente, durante un minuto en Santa Claus, Papá Noel o cómo queráis llamarlo. 
Pensad bien en ello y luego rezad para que vuestros hijos no sean demasiado curiosos.



Karma

  El viejo monje observaba la delicada mariposa posada en su dedo. ‒Una vez fui como tú -le dijo-, y una vez tú fuiste como yo. Lo recuerdo ...