El robot miraba fijamente al árbol de Navidad. Desde su hornacina al otro lado del salón había contemplado todo el proceso de instalación y decoración. Había observado cada adorno, cada risa, cada cinta, cada broma y cada sonrisa. Había puesto muchísima atención al encendido de luces y no había perdido detalle de la instalación del resto de la decoración navideña. Mientras tanto su cerebro cibernético buscaba información en la red sobre lo que estaba ocurriendo, medía, comparaba, bosquejaba, relacionaba, desmenuzaba y aprendía cuanto podía.. Al finalizar sabía todo lo que había que saber sobre la Navidad, su origen, sus símbolos y las distintas celebraciones alrededor del planeta.
Y ahora, en la oscuridad, solos él y el árbol, el robot miraba aquel símbolo de la Navidad.
Fijamente.
Estupefacto por vez primera en su corta y binaria vida.
Comprendía perfectamente la historia y los mitos.
Conocía las tradiciones al dedillo.
Pero no lograba comprender qué impulsaba a los humanos a seguir celebrando unas fiestas cuyo sentido primigenio se había borrado hacía mucho y de las que muchos abominaban y que, sin embargo, hacía que las multitudes tomaran las calles, que cientos viajaran para reunirse con sus familias, que se iluminaran las ciudades y que se celebraran grandes comidas.
Y Por eso estaba allí, frente al árbol, mirándolo fijamente e intentando arrebatarle el secreto de ser humano.
El del 4 y el del nueve se complementan. Quizá.
ResponderEliminarA robot habría que explicarle que esa "borrachera" o "droga" de esos días es un guiño a "la otra" fastidiate: que todavía no has podido.
A lo que la otra quizá dice: yo gano las diez de ultimas.
En un caso u otro, mientras tanto, un año mas: la tradición con o sin ganas u humor.
Mavrouki