lunes, 9 de diciembre de 2019

Invasión navideña


La invasión comenzó en Navidad. De manera tan sutil y silenciosa que nadie se dio cuenta hasta que fue demasiado tarde. 
Fue una invasión imposible de prever y de la que, en consecuencia, fue imposible defenderse.
No hubo una gran flota invasora con millares de naves descendiendo del espacio hacia nuestros hogares.
No aparecieron ciclópeas naves nodriza oscureciendo el cielo de las principales ciudades del planeta.
Por no haber, no hubo ni declaración de guerra, ni un discurso de “estamos aquí”, ni siquiera un mal “encuentro en la tercera fase” en el que se solicitara ver a nuestro líder.
Nada.
Sólo aquellas minúsculas, frágiles, brillantes y coloridas bolas colgando de todos y cada uno de los árboles de Navidad instalados por todo el mundo. 
Para Nochebuena el despliegue había concluido.
En la mañana de Navidad, las familias reunidas junto al árbol contemplaron como sus esféricos adornos emprendían el vuelo, titilando delicadamente y, delicadamente, comenzaban a lanzar rayos aturdidores.
Antes del 31, todos los gobiernos se habían rendido.
Desde entonces todo el mundo odia la Navidad.



martes, 3 de diciembre de 2019

Micros

Abducción

Mi vieja camioneta se detuvo en mitad de la nada sin motivo aparente y una potente luz blanca me deslumbró. Luego, perdí la consciencia. Al despertar estaba sobre algo que parecía una camilla, en una amplia sala de aspecto tan extraño que no sabría describirla. Giré la cabeza y vi que, cerca de mí, había un ser grisáceo, con grandes ojos y miembros extremadamente largos, como ET, ya sabes, pero más alto y bastante menos “achuchable”. Oí, extrañado, unos mugidos y, al mirar a mi alrededor, vi que, en unas cabinas transparentes, unas vacas se removían, ansiosas. 
Cuando las criaturas se dieron cuenta de que estaba despierto me rodearon, parloteando excitados. Como comprenderás yo estaba aterrorizado. No tenía ni idea de qué iban a hacerme, así que, en un instante, mi imaginación me presentó decenas de posibles futuros y ninguno me pareció especialmente agradable.
Pero no ocurrió nada de lo que imaginé.
Los extraterrestres sólo me hablaban y me hacían gestos.
Querían algo de mí.
Algo que me llevó un largo rato averiguar.
Algo que jamás hubiera imaginado.
No querían investigar sobre nuestra sociedad.
No querían saber nada de nuestra cultura.
No les interesaba nuestra biología.
Lo único que querían es que les enseñara a ordeñar las vacas. 
Nadie me cree, pero es cierto, los alienígenas habían descubierto la leche y les encantaba. Es por eso que abducen tantas vacas.


Robots I

Les advertimos que debíamos quitar ese mensaje de la página, que íbamos a tener problemas, pero a sus señorías les pareció un gasto innecesario. Pues ahí tienen el resultado: cientos de robots congelados en un bucle sin fin, debatiéndose  entre su deber de votar y su imposibilidad de mentir. Y todo porque, tras conceder el derecho al voto a las máquinas, no quitaron del acceso a la web electoral el dichoso mensajito de “No soy un robot”.




Robots II

“No soy un robot”, leyó. 
Sólo debía hacer clic en esa pequeña casilla y tendría acceso a la web.
“No soy un robot”, tan sencillo. Un pequeño gesto de su dedo, un mínimo movimiento y todo resuelto.
“No soy un robot”, tan fácil, tan simple... tan imposible para un robot.




Karma

  El viejo monje observaba la delicada mariposa posada en su dedo. ‒Una vez fui como tú -le dijo-, y una vez tú fuiste como yo. Lo recuerdo ...