
Elvira, anciana y cansada, se mira al espejo y se ve, en el lejano pasado, vestida con hopa, cotardía y chapines, peinada con dorada redecilla y mirándose en un espejo donde se contempla, en un lejano futuro, anciana y cansada sentada ante el espejo.
Elvira, anciana y cansada, se mira al espejo y ve una niña envuelta en tinieblas, una joven de futuro incierto, una anciana cansada que se mira al espejo.
Elvira, agostada y gastada, se mira al espejo y se busca, intenta reconocerse o, más bien, conocerse porque Elvira, esta niña en peligro y anciana consumida, ya no sabe muy bien quién o qué es.
Se sabe -eso sí- personaje ficticio y se siente -eso también- juguete de escritores/aprendices de dioses. Y nos busca en el espejo, sí, a nosotros que hemos jugado, que seguimos jugando, con su infancia y pretendemos jugar con el resto de su vida. A nosotros, que la hemos creado y recreamos a nuestro antojo, que la hemos llevado y traído sin orden ni concierto, que la hacemos viajar del presente al pasado, del pasado al futuro, del futuro al presente.
Y ella, buscando a través del espejo -sin la magia de Alicia, sin la diversión de Alicia, sin la inocencia de Alicia- nos busca, nos encuentra, nos mira y nos acusa de jugar con ella, de utilizarla para elevar nuestros egos y sentirnos salvadores, minidioses dadores de vida, creadores omnipotentes.
Y ella se pregunta, me pregunta, nos pregunta si ha crecido, vivido y envejecido en apenas unos días o si, tal vez, nació hace casi setecientos años. Si estamos creando y contando su historia o si, tal vez, su historia comenzó a crearse y a contarse hace ya siete siglos. Si realmente somos nosotros quienes creamos o si somos -también nosotros- meras creaciones de otros que juegan con nuestras vidas y nuestros sueños.
Y a través del espejo Elvira -niña en peligro, joven esperanzada, anciana fatigada- nos sigue mirando y acusando y preguntando y nos obliga a mirarla y darle una respuesta, alguna respuesta, cualquier respuesta.

Elvira, anciana y cansada, nos apunta con su dedo acusador a través del espejo.
Elvira, niña inocente envuelta en el terror, nos mira con tristeza a través del espejo.
Elvira, mujer con un futuro aún por hacer, nos mira con resignación a través del espejo.
Elvira, juguete, creación, sueño, arquetipo, personaje, mujer triste, se mira al espejo y se ve, en el lejano pasado, vestida con hopa, cotardía y chapines, peinada con dorada redecilla y mirándose en un espejo donde se contempla, en un lejano futuro, anciana y cansada sentada ante el espejo mientras nos observa y, desde la profundidad de sus ojos, nos pide respuestas, paz y descanso.