
Dos minutos después de su suicidio -y tras atravesarse mutuamente varias veces- Romeo y Julieta habían cesado en sus intentos de abrazarse (al parecer nadie les había dicho que los espíritus son intangibles).
Tres minutos después de su suicidio, Romeo y Julieta comenzaron a pensar que, quizás, su “gran amor” era, en buena parte/mayormente, producto de las normal efervescencia hormonal adolescente.
Cuatro minutos después de su suicidio, Romeo y Julieta tuvieron un pequeño diálogo:
-Mmmm... Quizás nos hemos precipitado un poco.
-Quizás.
-O sea... que igual hemos hecho un poco el primo.
-Eso parece. Sip.
-Aha... de acuerdo... sólo era por... tener las cosas claras...
Cinco minutos después de su suicidio, Romeo y Julieta, bostezaban y se preguntaban cómo de larga era la eternidad.
Seis minutos después de su suicidio, Romeo, Julieta y su gran amor se desvanecieron lentamente en el aire dejando tras sí una hermosa leyenda.