sábado, 21 de octubre de 2023

Despiste

 


Cuando la primera mosca comenzó a seguirme a todas partes, no le di demasiada importancia. Era una molestia, obvio, pero que una mosca se ponga pesada y vaya contigo a todas partes tampoco es que tenga nada de especial.

Cuando llegaron la segunda y la tercera, me sentí, por supuesto, bastante  más molesto, pero siguió sin parecerme extraño y lo achaqué al calor excesivo que esos días estábamos sufriendo.

Luego aparecieron la cuarta, la quinta, la novena, la vigésima... Tenía todo un enjambre siguiendo mis pasos por la casa y algunas ya  paseándose sobre mí.

Fue entonces cuando me percaté del olor. Un hedor intenso, soportable de momento, pero que iba en aumento a medida que pasaban los minutos. 

Era evidente que ese era el motivo de que hubiera tantas moscas en casa. Tenía que encontrar la fuente.

Dediqué casi toda la tarde buscando la procedencia de la peste, hasta que caí en la cuenta de que era yo el origen. Algo no iba bien en mí, tendría que acudir al médico, pero antes decidí darme una  buena ducha para intentar eliminar todo el mal olor posible.

No podía ir al centro de salud apestando y perseguido por docenas de moscas...

Fue entonces cuando me vi en el espejo y me caí en lo que estaba pasando.

Había muerto dos días antes y lo había olvidado por completo.

Siempre he sido  muy despistado, pero esto era un poco el colmo.

De modo que desistí de la ducha.

Volví a mi dormitorio y me tumbé en la cama.

Ahora que había recordado, tenía que comportarme con un cadáver decente y  no moverme de ahí, a la espera de que alguien me descubriera.


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