‒Yo que tú daría media vuelta y me iría.
‒¿Por qué?
‒Porque no te va a gustar lo que te vas a encontrar.
‒Bah, bobadas, aquí dentro no hay nada más que moho y suciedad.
‒Hazme caso, aún estás en la puerta y puedes irte sin más. Si entras, es probable que lo que está ahí dentro no te deje salir.
‒¿Y qué es eso que, según tú, me voy a encontrar?
Una mano demacrada surgió de la nada, una uña como un garfio acarició su mejilla, un olor putrefacto llenó su nariz y la voz que le hablaba se volvió ronca y le susurró al oído:
‒Yo.
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Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...