miércoles, 2 de diciembre de 2020

Calendario de Adviento

 

Puzzle

Era la mañana de Navidad y Elsa, recién levantada, aún con el sueño pegado a sus pestañas, sin bata a pesar del frío matinal y llena de ilusión corrió al salón donde el enorme árbol le hacía guiños con sus luces de colores. Tenía ya edad para saber que Papá Noel no era más que un personaje fantástico, pero seguía esperando sus regalos con la misma ilusión que cuando tenía cinco años y era capaz de escuchar unos inexistentes cascabeles de unos inexistentes renos.
Se acercó al abeto con los pies helados y el corazón henchido de cálida ilusión. Intentando. a la vez, ir despacio para saborear el momento. e ir deprisa para llegar cuanto antes junto a los regalos que, escondidos bajo coloridos papeles, la esperaban llenos de promesas.
Allí estaban todos, ordenados por tamaño y regalador, primero los de sus padres, luego los de los abuelos y atrás, el más ansiado de cada año, el regalo de su tía Noe que, sentada en el sofá, alzó su taza de chocolate hacia la niña en sonriente brindis.
Elsa se arrodilló ante el árbol y, uno a uno, fue abriendo sus regalos, desgarrando papel de regalo tras papel de regalo, destripando cajas grandes y pequeñas, deshaciendo lazos y rasgando cintas. En unos minutos había acumulado una montaña de papel de diversos colores a su derecha y otra de variopintos presentes a su izquierda y allá a su frente, envuelto en brillante rojo, enorme, tentador, el único regalo que quedaba por abrir, el de su tía Noe, quien, en ese momento, abandonó el sofá, se arrodilló junto a ella y, arrastrando el pesado paquete hasta ellas, la animó a abrirlo. A Elsa le brillaban los ojos de expectación, por el tamaño y el peso parecía ser lo que había pedido a su tía, pero no estaría segura hasta abrirlo.
Con manos temblorosas de emoción y una risita nerviosa bailando en su boca, Elsa quitó el papel, abrió la caja y se asomó a su interior, llena de emoción anticipada... Y allí estaba, lo que tanto había deseado y su tía le había prometido: el mejor puzzle del mundo. Elsa, emocionada, contempló el interior de la caja sin atreverse apenas a tocar las bolsas sanguinolentas donde brazos, piernas, tronco, cabeza, intestinos, corazón, hígado, páncreas, riñones, cerebro y otras cosas por identificar, aguardaban a ser extraídas y colocadas en sus lugares correctos. Si, sin duda era el mejor puzzle del mundo.
Y lo mejor es que la tita le había prometido que, el próximo año, lo podría escoger ella misma.
La Navidad era maravillosa.

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