martes, 1 de diciembre de 2020

Calendario Adviento (intento de...)

 Voy a intentar, este año, hacer mi particular Calendario de Adviento literario. Un micro cada día. No sé si lo conseguiré porque, seamos sinceros, no es nada fácil, pero probemos... 


1 de diciembre

Transformación

Amaranto era un señor formal, pero formal, formal, formalísimo. De esos señores formales siempre de traje oscuro, con su corbata, sus gemelos y su blanco pañuelo en el bolsillo. Amaranto era tan, pero tan formal, y tan, pero tan serio, que nadie recordaba haberle visto reír o, al menos, sonreír. No sólo no había gastado jamás una broma o había contado un chiste, es que, según se decía, ni tan siquiera los entendía. Si alguien bromeaba o contaba una anécdota graciosa, el señor Amaranto se limitaba a mirarlo en silencio y con cara de incomprensión absoluta.
No es que el señor Amaranto fuera antipático, no lo era, al contrario rebosaba educación y amabilidad. Tampoco era mala persona, en absoluto, tenía un enorme corazón de oro puro. Pero era formal, muy formal, y serio, muy serio...
Hasta que llegaba la época navideña y el señor Amaranto, ni él mismo sabía por qué, se transformaba por completo. Nadie sabía de esta transformación porque el señor Amaranto se esforzaba muchísimo en ocultarla y en cuanto llegaba el 30 de noviembre, hacía las maletas y se largaba a un pueblo alejado de todo y de todos. 
Allí, el señor Amaranto, ya no era el señor Amaranto, sino Amaranto, a secas, cambiaba el traje oscuro, por llamativos jerseis navideños llenos de rojo, de verde, de azul, de renos, de papás noeles, de  muñecos de nieve... Cuando amanecía el día 1 de diciembre, el señor Amaranto, era otra persona, una persona que sonreía, sonreía mucho, y reía, a estruendosas carcajadas. Y, además, bromeaba, contaba chistes, se reía de los ajenos... ¡y hasta los inventaba!
Allí, en el pueblo, el señor Amaranto, perdón, Amaranto a secas, colaboraba en la decoración navideña y en la preparación de los festejos, sin dejar de sonreír, feliz como una perdiz y alegre como unas castañuelas. Nadie que le conociera en la ciudad sería capaz de reconocerlo en el pueblo y viceversa.
Él no tenía ni la menor idea de por qué ocurría esto, tampoco había puesto mucho empeño en averiguarlo, simplemente, ocurría, y le gustaba que ocurriera. Otros cogían un resfriado cada año, y él se convertía en una persona diferente.
Así que Amaranto se pasaba en ese plácido y alegre estado navideño hasta el día 6 de enero, disfrutando al máximo cada día, cada comilona, cada festejo. El día de Reyes, por la tarde, volvía a ponerse su oscuro traje, recogía los bártulos y volvía a su casa, a ser, de nuevo, el muy serio y muy formal señor Amaranto hasta la próxima Navidad.


3 comentarios:

  1. Ya puse el enlace de iVoox en mi blog con "Historias para ser leídas".
    Están casi seguidos los dos "Calendario de Adviento"
    Genial!:)

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    Respuestas
    1. ¡Genial! Espero que te haya gustado. Yo, aquí, "peleándome" con mi genial idea de hacer un calendario de adviento literario... ¿A quién se le ocurre otra? XDDD

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  2. Es fantástica tu idea...

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Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...

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