No necesitas girarte para saber que está detrás de ti.
Escuchas su estertòrea respiración.
Los vellos de tu nuca se erizan.
Sabes que se aproxima y la huida es imposible.
Ya puedes oler su pútrido aliento.
Tu corazón se acelera.
Tragas saliva con sabor a miedo.
Está justo en tu espalda. Lo sientes, lo sabes.
Notas unas manos, huesudas y frías, reptar hasta tus hombros.
Te lanza al suelo y al fin lo ves justo un instante antes de que comience a desgarrar.
Tus gritos parecen durar una eternidad, pero, al fin, piadosamentr, todos tus sentidos se apagan.
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Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...