viernes, 24 de noviembre de 2023

Condena

 


El ataque fue brutal. Los zombis eran demasiados y nosotros demasiado pocos. Era un milagro que algunos hubiéramos logrado sobrevivir. 

En la refriega me había alejado de mis compañeros, así que me encontraba tendido entre unos arbustos, dolorido y cansado, cuando ellos se reagrupaban para reiniciar el camino.

Me apoyé sobre un codo y abrí la boca para llamar su atención cuando una mano sucia, fría y casi esquelética me la tapó.

Un olor pestilente llenó mis fosas nasales y una voz ronca, gutural, como salida de las profundidades de la tierra, me habló al oído:

—No grites —siseó—. No te muevas. Has recibido un mordisco en la pierna. Si te ven te matarán.

Miré mi pierna. Faltaba un buen trozo y sangraba profusamente. Respiré profundamente para no desmayarme.

Miré a quien me había detenido y ahogué  un grito.

Era un zombi, y de los más antiguos a juzgar por su aspecto.

—Shhh... —me dijo—. Ahora eres uno de los nuestros. Ahora tú eres el monstruo.


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