jueves, 9 de noviembre de 2023

Centro comercial

 

El centro comercial está abarrotado. Cientos de personas se mueven en su interior, deambulando entre las tiendas como laboriosas hormigas, cada una ensimismada en su diminuto mundo.

Los empleados atienden amablemente, sonríen, cobran, escuchan reclamaciones.

Los clientes entran y salen, compran o miran, protestan, se quejan, a veces sonríen. Se sientan en los restaurantes y comen, beben, se quejan y, a veces, sonríen.

Cuando ocurrió, ninguno de ellos se percató del cambio. Algunos, a lo sumo, sintieron un escalofrío que achacaron al aire acondicionado. Nadie se dio cuenta de que todo el centro comercial había sido arrancado de la realidad y trasladado a ninguna parte.

Cuando alguno intenta salir, sencillamente, vuelve a encontrarse en el interior, sin recordar nada, como si acabara de llegar, como hámsters en una rueda eterna de compras y trabajo.

Zombis ensimismados en sus pequeños mundos.

Los empleados atienden, sonríen y escuchan reclamaciones.

Los clientes entran, salen, compran, miran, se quejan y, a veces, incluso sonríen.

Llevan así eones, la luz se ha vuelto vieja, el aire ha sido millones de veces respirado, pero ninguno de ellos lo sabe.


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