jueves, 31 de octubre de 2024

Ayuda

 


Era muy pequeño y estaba solo. Llorando y llamando a su madre. Estaba solo, perdido y triste en medio del cementerio. Nadie puede ver eso y pasar de largo como si nada. Así que me detuve, le sonreí y le hablé para intentar calmarle. Él, poco a poco, dejó de llorar y me devolvió una sonrisa tímida y cauta. Extendí mi mano hacia él y él la tomó, ya sin miedo ni lágrimas. No podía dejarlo allí, tan solo y perdido, así que me lo llevé hasta mi tumba y ahora duerme junto a mí para siempre.




jueves, 10 de octubre de 2024

Destino final

 

Viajo encajonada entre un sudoroso señor cuya grasa me aprisiona y una señora casi igual de robusta, sudorosa y olorosa. El pasajero del asiento delantero habla y pregunta sin parar. Y desde el asiento del conductor llega un fétido aroma que llena el ambiente, ya de por sí cargado, del automóvil. Nadie parece dispuesto a abrir las ventanillas y, tal como voy, a  mí me resulta imposible. Para más inri en la radio no dejan de sonar una y otra vez las canciones más odiosas y estridentes que se pueda imaginar.

Tengo hambre, tengo sed, mi cabeza y mis músculos gritan de dolor. Voy en un viaje sin destino.

El demonio que conduce me sonríe a través del espejo retrovisor.

Nunca imaginé que el infierno fuera un eterno viaje en BlaBlaCar.




martes, 11 de junio de 2024

Cumpleaños 22

Hoy Ayla cumple 22 magníficos años. Ojalá su madre hubiera tenido unos 22 años con las ideas tan claras, con su madurez y sensatez, su inteligencia y su confianza, su capacidad y su corazon. Yo era un auténtico desastre confuso y andaba muy perdida

Si mi yo de 22 viera a mi hija de 22 probablemente pensaría que le gustaría ser como ella e imagino que se sentiría feliz sabiendo que de todo su desastre mental y emocional acabaría surgiendo la madre que traería al mundo a Ayla y ayudaría a convertirla en la mujer que es ahora y la que será en el futuro.

No está tan mal para ser un desastre 😄


Felices 22, bollito de nata, siempre estaré orgullosa de ti ♥️





jueves, 18 de enero de 2024

Karma

 

El viejo monje observaba la delicada mariposa posada en su dedo.


‒Una vez fui como tú -le dijo-, y una vez tú fuiste como yo. Lo recuerdo muy bien.


La mariposa agitó sus irisadas alas y miró al anciano.


‒Una vez ‒continuó el monje‒, estuve en tus manos como tú estás ahora en las mías, ¿recuerdas?


El viejo monje frunció el ceño al recordar.


‒Esta iba a ser mi última vida, mi última reencarnación, estaba listo para abandonar la eterna rueda, pero ahora que nos hemos reencontrado...


El monje, sonriendo, arrancó las alas de la mariposa.


‒La venganza me retrasará, pero vale la pena.


Y, sin más, aplastó el insecto entre sus manos.


jueves, 14 de diciembre de 2023

Domesticación

 


La noche había comenzado como cualquier noche de luna llena: transformándose en lobo y rompiendo, por enésima vez, la ropa que llevaba puesta. Cientos de veces se había prometido a sí mismo desprenderse de la ropa antes de comenzar la transformación, pero siempre se olvidaba. Por fortuna hoy sólo llevaba un raído pantalón de deporte y una camiseta igual de raída.

Como decía, la noche había comenzado como cualquier otra noche de plenilunio. Adrián se había transformado y había salido a la calle en busca de carne fresca.

Evitando las calles más concurridas y escurriéndose por callejones, Adrián decidió acercarse a un parque no muy lejano donde no era raro que se reunieran algunos jóvenes y no tan jóvenes, en especial en noches de verano como aquella.

Tras un rato de acechar entre arbustos y árboles, el hombre lobo, de nombre Adrián, se fijó en una anciana que paseaba sola. No es que fuera el mejor manjar del mundo, pero para aperitivo ya le valdría. Se aproximó lentamente, con el cuerpo casi rozando el suelo, preparado para dar el salto sobre su primer plato.

Lanzó un gruñido bajo... y fue entonces cuando la vieja se giró, lo vió y lanzó un grito:

—¡Perro malo, qué susto me has dado! —y, sin más, le dio en el hocico con una revista que llevaba en las manos— ¡Eso por darme un susto de muerte! 

Adrián bizqueó, sorprendido y aturdido ante la reacción de la humana. Ese momento de confusión le bastó a la anciana para abalanzarse sobre él y comenzar a hacerle cucamonas.

La vieja usó el truco vil de rascarle tras las orejas y Adrián cayó presa de ese básico placer compartido con sus primos canes.

Casi enseguida, y sin apenas percatarse de lo que ocurría, el hombre lobo acabó tumbado, con las patas en alto, mientras la señora rascaba su tripa y le hablaba con voz infantil.

Finalmente, y sin saber ni cómo, Adrián terminó en casa de la susodicha anciana, con una correa al cuello, comiendo pienso e incapaz de atacarla porque había caído bajo el poder hipnótico que toda dulce ancianita posee y no sabía cómo librarse.

—El problema —pensó para sí—, va a ser mañana, cuando la señora se encuentre con un hombre desnudo en el suelo de su dormitorio.



jueves, 30 de noviembre de 2023

La momia




La momia avanza, anquilosada y torpe, hacia su víctima que, aterrorizada, retrocede buscando la puerta.

La momia es tan lenta que la futura víctima habría tenido tiempo de escapar y llegar a Tombuctú corriendo, pero esto es una historia de terror y en las historias de terror todas las víctimas se quedan como memas esperando el golpe/mordisco/puñalada/loquesea. 

Ya sabes, es su papel ser bobas.

Sí, sí, ya sigo.

Pues lo dicho, que la momia avanza a la escandalosa velocidad de un caracol con reúma hacia su víctima aterrorizada y un poco aburrida de tanta espera.

Ahora os tendría que explicar cómo es la momia, pero os lo voy a ahorrar porque, total, siempre es lo mismo, ya sabes: olor a podredumbre, manos que parecen garras, vendas sucias, ojos hundidos, boca desencajada y bla, bla, bla... Vamos, lo habitual.

Volvamos con nuestra amiga la momia que aún continúa con su avance y la víctima que ha decidido hacerse la manicura para pasar el rato.

¿Qué cómo es la víctima? Pues también lo habitual, ya sabes, rubia, ojos claros, muy atractiva, ropa provocativa, algo ingenua, curiosa y metomentodo, vamos, una petarda insufrible. Ya ves qué poca originalidad.

Pero, a ver, que me despisto y no avanzo, anda, mira, como la momia, que ahí sigue, anquilosada y torpe, avanzando hacia su víct... No, espera, no avanza nada porque se le ha enganchado un trozo de venda en un mueble y está intentando desengancharse.

¿Qué podríamos hacer en lo que se suelta o no se suelta?

Ah, sí, cómo llegó la momia basta aquí. Adivina, venga, es fácil. Eso es, un ladrón de tumbas, una pirámide, una momia, una maldición y... ¡Tará! La momia, a saber cómo acaba en Londres (dónde si no) persiguiendo a culpables e inocentes porque, para qué vamos a andar haciendo distinciones.

Parece que la momia ya ha resuelto su problema y sigue avanzando, aunque no sé a dónde porque la víctima, en lugar de esperar pacientemente como toda buena víctima, se ha largado a la cocina a hacerse un sandwich... ¡Y ni tan siquiera ha invitado! ¡Qué falta de educación! Se merece lo que le vaya a hacer la momia... si es que llega algún día hasta ella.

Tras este refrigerio, continuemos.

La momia avanza, anquilosada y torpe, hacia su víctima que, aterrorizada, retrocede buscando la puerta.

La bella joven, tropieza y se cae... Por supuesto, todas se caen, sino ya me diréis cómo hace la momia para atraparla con la velocidad supersónica que lleva. Pero esta momia, que parece especialmente torpe, va y tropieza. Ahora tardará una eternidad en levantarse.

¿Sabéis qué? Que esto es muy aburrido y paso de seguir narrando. A fin de cuentas, ya conocéis perfectamente el desarrollo, el nudo y el desenlace de esta historia y no me necesitáis para nada.

Con vuestro permiso, voy a buscar algo de comer en la cocina. Si queréis podéis acompañarme.



 

lunes, 27 de noviembre de 2023

El hotel

 


Era el hotel rural más decrépito y astroso que Avelino había visto en su vida, y había visto unos cuantos ya que su trabajo consistía, precisamente, en visitar hoteles, en concreto hoteles rurales. 

Por eso estaba allí, en aquella noche tormentosa y fría, para inspeccionar el hotel que se alzaba ante él y que, aún antes de entrar, ya había denegado todos los permisos habidos y por haber.

Avelino debería haber llegado hacía horas, pero se perdió en el camino y tuvo que dar miles de vueltas antes de conseguir orientarse correctamente. Así que entre eso y el frío, tenía un humor de perros y pensar en pasar la noche en aquel desastre con paredes no había hecho nada por mejorarlo.

Sacó del coche su pequeña maleta y se dirigió corriendo a la entrada del edificio tratando de proteger su monda cabeza con la chaqueta.

En recepción un hombre pálido y esquelético, aguardaba tras el mostrador:

—Buenas noches, señor, bienvenido al Hotel Muerte.

—¿Hotel Muerte? —se sorprendió Avelino— Vaya, el dueño debe de ser  un hacha del marketing —. Avelino esbozó una irónica sonrisa de medio lado — Aunque, dado el aspecto del lugar, el nombre resulta curiosamente adecuado.

—Bueno, señor, creo, humildemente, que es el único nombre posible para este lugar —Respondió el recepcionista—, dado que aquí vienen a parar aquellos que mueren en la comarca.

—Acabáramos, esto es una especie de broma por lo de la noche de Difuntos, ¿verdad? Pues yo no estoy para bromas. Mejor deme mi llave y dígame dónde está mi habitación.

—No sé de qué me habla, señor —comentó el cadavérico empleado—. Insulta usted mi profesionalidad si cree que bromeo con estas cosas. Mi trabajo es recibir y acomodar a nuestros huéspedes recién fallecidos y eso es lo que estoy haciendo ahora mismo.

—Deje ya el papel. Es evidente que es una broma porque, mire, fíjese, yo no estoy muerto —replicó Avelino.

—¿Se llama usted Avelino Gutiérrez Benito? —preguntó el recepcionista consultando un destartalado ordenador.

Avelino asintió.

—Pues está usted muerto y bien muerto. Según esto, murió en un accidente automovilístico a unos  diez kilómetros de aquí, hará un  par de horas.

Avelino, enfurecido, gritó:

—¡Eso es una estupidez! Míreme, estoy aquí, hablando con usted y mire, ¿ve? Ahí está mi coche —dijo acercándose al ventanal y señalando al exterior—. Ese rojo de ahí, ese es mi coche.

—Ahí no hay ningún automóvil, señor —dijo con paciencia el recepcionista—. De hecho, ahí no hay nada. Usted, simplemente, apareció en nuestra puerta, señor.

Avelino dirigió su mirada hacia la ventana y, efectivamente, donde debería haber un paisaje otoñal y lluvioso bañado por la luz de la luna y su automóvil recién estrenado, no había nada o, quizás fuera mejor decir que más allá del cristal se extendía la Nada.

—Creo... creo que me voy a marear —, murmuró Avelino.

—No puede marearse, señor: está usted muerto y los muertos  no se marean.

Avelino miró al hombre y, por fin, se percató de que no era que fuera extremadamente delgado, sino de que se trataba de un esqueleto... Vestido con una túnica negra  y que, tras él, apoyada en el casillero de las llaves había una afiladísima guadaña.

Avelino se frotó la cara con gesto cansado y aturdido.

—De  modo que estoy... estoy... muerto.

—Sí, señor, muerto del todo.

—¿Y ahora qué?

—Ahora, señor, tome usted su llave, suba a su dormitorio y descanse en paz hasta que le llegue el momento de pasar al otro lado.

—¿Y luego qué?

—Luego, señor, no tengo ni idea, eso ya es cosa suya. Que pase usted una buena noche.




Cumpleaños 23

  Tú cumples 23 años y mi musa no quiere trabajar y lo único que me sugiere es más de lo mismo, más de lo quenya sabes, más de lo que ya est...