Me miro desde el espejo, me sonrío e, incluso, me guiño un ojo. Me señalo y, moviendo el dedo, me pido que me acerque. Frunzo el ceño porque no obedezco, golpeo el cristal y comienza a romperse. Me oigo gruñir.
Sólo cuando estoy a punto de salir, el terror puede más que mi fascinación y comienzo a correr desesperado para huir de mi imagen y la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...