domingo, 25 de noviembre de 2018

Dudas

(Publicado en la revista miNatura digital nº 161)


La puerta se abre. Despacio. Tímida, recelosa... La puerta se abre y lo hace sola. Nadie la empuja ni tira de ella. Sencillamente, se abre.
Matilde mira hacia afuera... Cree que es hacia afuera, pero tal vez es hacia adentro. No está segura. Ni siquiera sabe por qué está allí ni dónde o qué es allí.
El hecho es que la puerta se abre, que se abre sola y que Matilde mira más allá de ella y sólo ve, o no ve, la oscuridad. Una oscuridad profunda, hosca, fría.
Matilde, parada frente a la puerta abierta, tirita. 
Debería entrar... o tal vez salir. Lo que sea, pero hacer algo, ¿no? 
No puede quedarse allí, sea donde sea allí, eternamente, ¿no?
Pero no se decide a moverse. 
—Aquí no se está mal —se dice—. Al menos no hace frío. Allí, sin embargo...
Y continua mirando la oscuridad de más allá de la puerta sin decidirse a moverse.
A su espalda un repentino sonido reptante la hace estremecer, un olor nauseabundo le provoca arcadas. 
Movimiento. Roces. Susurros. Cada vez más cercanos. 
Algo viscoso roza su cuello.
Matilde mira a la oscuridad, y ya no se le antoja tan inhóspita, un segundo más de duda y, finalmente, de un salto cruza la puerta y la cierra. 
Al instante la oscuridad desaparece y el frío con ella.
Un clic hace que se gire.
La puerta se abre. Despacio. Tímida. Recelosa...
Lleva eones haciéndolo, pero Matilde no lo sabe.

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