sábado, 5 de abril de 2014

Micros



De cobardes y de héroes

El muchacho, casi un niño, miraba a Martínez con ojos de cachorro asustado.
Martínez, con el arma apuntando al muchacho, lo miraba fijamente pensando en su propio hijo, apenas algo menor, y no le costó nada verlo en el terror de aquellos ojos casi infantiles.
-¡Vamos Martínez! ¡Dispara de una puta vez! -le azuzaba el teniente Bermúdez.
Martínez seguía mirando al muchacho aterrorizado y pensando en la familia, angustiada, esperaba su regreso.
Bajó su fusil y, cabizbajo, comenzó a girarse.
El muchacho, liberado del embrujo del miedo, se levantó, tomó su arma, disparó sobre Martínez y salió huyendo.
Martínez fue enterrado como un cobarde.
El muchacho fue vitoreado como un héroe.




Esperanza


Luzmila había tenido un triste pasado, vivía un presente doloroso y poseía una fe inquebrantable en el futuro.
Por eso, cada día, esperanzada, se sentaba a la puerta de casa y, con cara sonriente, esperaba la llegada de su brillante mañana.
Y cada noche, con la misma sonrisa, se iba a la cama pensando:
-¡Mañana! ¡Será mañana!
Y pasaron semanas, meses, años y Luzmila, confiada, seguía esperando su feliz futuro.
Su piel se arrugó, sus ojos perdieron brillo, sus cabellos encanecieron, la muerte, inexorable, llamó a su puerta y sólo entonces admitió Luzmila que aquel radiante porvenir que ansiaba había pasado, silencioso e invisible, a su lado, sin que ella lo notara y la había dejado allí, olvidada. 


 Acrofobia

-Oiga, jefe -le dije yo al jefe-. ¿No podría ayudarme con este problema mío con las alturas? Me paso el día así, encogido de miedo, con sudores fríos, con mareos... Lo paso fatal. Así no se puede trabajar, ni vivir, ni ná...
Y el jefe me miró con esa cara tan seria que pone él, ya sabes, esa en que no mueve ni un músculo. Y me miró así como mira él, muy fijo, sin pestañear, hasta que uno baja la mirada avergonzado de no se sabe qué.
Lo debí pillar en un mal día porque cuando habló con esa voz tan suya va y me dice muy sonriente:
-Claro, por supuesto, sin problemas...
Y luego me envió al Infierno.



3 comentarios:


  1. Tú hablas escribiendo, eres de las mías. Y escribes, como el que no quiere la cosa, una narrativa breve excepcional. ¿Qué, preparando otro librito?. Mira que eres buena...

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  2. Brujilla, el del niño me puso los pelos de punta. Qué tremenda eres cuando te pones. El de Luzmila me parece el más flojo de los tres. No es que no sea bueno, que lo es, y mucho, es que los otros dos son, en mi opinión, magníficos.
    Besazo.

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  3. Emilio Porta: Hablo escribiendo, lo sabes porque tú eres igual. Y escribo como sé... ¿Acabo de parir que diría Vichoff y ya me quieres llevar otra vez a la sala de partos? :D

    Vichoff: Totalmente de acuerdo con el de Luzmila, es el más flojo con diferencia y a punto he estado de no ponerlo :)

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Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...

OFRENDA

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