domingo, 30 de marzo de 2014

Despido



El borracho, como todo borracho que se precie, anda haciendo eses. Unas eses enormes, sinuosas, continuas. Cruza de un lado al otro de la carretera sin mirar más que a sus pies: quince pasos vacilantes a la izquierda, quince vacilantes pasos a la derecha, así una y otra vez, trazando curvas invisibles en el asfalto.
El borracho, como todo borracho que se precie, canta aunque, a diferencia de la mayoría de borrachos canta bajito:
I'm on the highway to hell
On the Highway to hell
Highway to hell
I'm on the highway to hell...
De vez en vez, el borracho deja de cantar, da un largo trago a su botella y murmura para sí:
-Es mejor una chica, Edgardo. Nos traerá más clientes, Edgardo. Los hombres no se resisten a unas buenas curvas, Edgardo. Tu producción ha bajado mucho, Edgardo. No hagas enfadar al jefe, Edgardo... ¡Bah, tonterías!
Y luego continua con su sinuoso camino: quince vacilante pasos a la derecha, quince pasos vacilantes a la izquierda, trazando curvas y más curvas, tragando kilómetro tras kilómetro con su serpenteante andar y vuelve a cantar:


I'm on the highway to hell
On the Highway to hell
Highway to hell
I'm on the highway to hell...
El calor va en aumento aunque el borracho no parece notarlo. El paisaje cambia, se hace más agreste, menos humano, más tenebroso, menos natural.
El borrachín vuelve a murmurar entre dientes:
-Las cosas están mal, Edgardo. La crisis también nos afecta, Edgardo. Hay que modernizar el negocio, Edgardo... ¡A la porra el negocio! ¡Esa era mi curva! ¡Años trabajando en ella para que me robe el puesto esa... esa...!
Da otro tiento a la botella y continúa su inestable zigzag. Quince pasos a la derecha, ligero balanceo para no perder el equilibrio, quince pasos a la izquierda, ligero balanceo para no perder el equilibrio, quince pasos a la derecha...
Por fin, tras varios cientos de eses, el borracho se detiene, ante él se cierne una ciclópea puerta de piedra con horripilantes bajorrelieves y una gigantesca aldaba en su centro. Basculante, se pone las manos en jarras, da un paso atrás, dos adelante, recupera el precario equilibrio y lloriquea:

-Me encantaba mi trabajo... Me encantaba llevarlos hasta esa curva borrachos, drogados, furiosos o deprimidos y acompañarlos hasta que tomaban la curva a toda velocidad y salían volando para estrellarse contra las rocas... ¡Hice grandes amigos! ¡Y lo peor es que usted... usted, jefe... usted me ha sustituido por la foto de una chica en bikini!
El borracho trastabilla, se balancea y, finalmente, cae al suelo cuan largo es.
Las puertas del Infierno se abren, y el lastimoso y borracho diablo es arrastrado a la asfixiante oscuridad por dos de sus compañeros.


1 comentario:

Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...

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