El pueblo
Durante décadas, casi tantas como las que ha vivido, ha trabajado para ellos. Ha sido partera, curandera, veterinaria... Ha visto nacer al pueblo entero, ha acompañado en el momento de la muerte a sus padres, y a los padres de sus padres. Ha curado sus heridas, los ha atendido en sus enfermedades, ha cuidado de sus hijos y de sus animales, les ha aconsejado y protegido. Y entonces llegó ese monje, ese dominico perro de Dios, olisqueando y buscando una presa... y me encontró. Nuestra diminuta iglesia se llenó y allí, apretujados, lo oyeron hablar, durante días, del diablo, de herejes, de brujas y, sin decir su nombre, la señaló ante todos. Ahora, casi a un paso de la muerte, el pueblo, su pueblo, le ha dado la espalda. La llaman bruja, la insultan y alguno, incluso, la apedrea cuando baja al pueblo. Su pequeña y solitaria casa, hacia la que ahora se dirige, cargada y renqueante, es su último refugio. Si tiene suerte, irán olvidando todo lo que el monje contó y la vida volverá a la normalidad. Si no, su vida acabará con la llegada del próximo inquisidor.
¡Menudo salto en el tiempo! En el primer texto, el monje era el auténtico Diablo. ¡Cuántas pobre curanderas terminaron así sus días! Y en el segundo , espero que nunca un robots pueda llegar a la categoría de humano ¡Me da un yuyu!
ResponderEliminarFeliz domingo
A mí no me da yuyu que un robot llegué a conseguir la categoría de humano, más yuyu dan los humanos que actúan como robots :)
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