Todo el pueblo, lleno de furia, se había echado a la calle. Hasta el maestro, hombre prudente y callado, se había unido a la turba encolerizada que se dirigía al castillo en busca del monstruo que, desde hacía semanas, mantenía a la comarca aterrorizada.
La furibunda turbamulta avanzaba en bloque, gritando, gruñendo, transformadas las individualidades en un único cuerpo erizado de palos, rastrillos, hoces, palas y cualquier otro instrumento agrícola que pudiera ser usado como arma, la ira de unos alimentando la ira de otros, dispuestos todos a rasgar, apalear, colgar, desgarrar y, en fin, acabar con la vida del monstruo de las maneras más atroces.
El pequeño maestro, el hombre prudente que pasaba sus días enseñando y educando, se dejó arrastrar, enajenado por aquella marea de odio, hasta las puertas del castillo donde el Dr. Frankenstein y su criatura habitaban aunque, a medida que se aproximaban a su destino, más tiempo tenía para meditar y más resistencia oponía al torbellino de violencia que lo llevaba en volandas.
Al llegar a la lóbrega morada del monstruo y contemplarlo de cerca, el educador se convirtió en un punto de silencio en un mar de gritos. De pronto dudó. La fuerza airada que lo había empujado hasta entonces se iba disolviendo bajo la lluvia de sus pensamientos.
Miró a su alrededor y vio odio, ira ciega, ansias de sangre, hambre de violencia, sed de muerte...
Miró al monstruo y vio soledad y temor.
Su mirada bailó de unos a otros y, durante un terrible y revelador instante, fue incapaz de distinguir quién era el monstruo y quién la víctima.
Avergonzado, dejó caer la horca que llevaba en la mano y, lentamente, la cabeza inclinada, abochornado, el prudente maestro regresó a su casa.
Genial homenaje a la obra de Mary Shelley, ¿Quién es el monstruo? Gran escena, enorme reflexión.
ResponderEliminarSaludos Dolores!
Edgar: Gracias, Edgar :)
ResponderEliminarDemasiados monstruos! Pobre F, seguro que es bueno :) Soy Ana Lía de Seamos Breves de Face! Qué bueno encontrarte aquí, un abrazo
ResponderEliminar¡Emocionante!
ResponderEliminarAsí no más son: las realidades, los monstruos estan en vida y
ResponderEliminarSon cómo el filo de la navaja, si no te matan, te dejan profundos córteXXXxxx y deforma2 Trau+++++
La turba siempre es igual, estemos en el siglo en el que estemos. Ahora se usan armas diferentes, pero los monstruos son los mismos. Buen relato.
ResponderEliminarAsí no más son: las realidades, los monstruos estan en vida y
ResponderEliminarSon cómo el filo de la navaja, si no te matan, te dejan profundos córteXXXxxx y deforma2 Trau+++++
Magnífico cuento, con enseñanza incluida, como deber ser.
ResponderEliminarMuchos deberían (¿deberíamos?) verse reflejados en él.
Un abrazo.
Ana Lía: ¡Qué alegría verte por aquí! :D
ResponderEliminarKina Silver: Gracias :)
Gerardo: Te puedes encontrar un monstruo donde menos lo esperas...
María Campra: Cuando el individuo se convierte en masa, la inteligencia se diluye y desaparece.
Josep: Los que deberían verse reflejados seguro que son incapaces de verse...
Lo que aterroriza es la masa convertida en ente sin razonamiento. Tan bueno como acostumbras, compi. Un beso.
ResponderEliminarYa había tenido el gusto. Este relato me encantó la primera vez y ahora le he descubierto más matices a ese punto de vista desde el lado de la turba.
ResponderEliminarPedro: A mayor masa, menos cerebro y, cuando falla el cerebro, la sinrazón campa a sus anchas.
ResponderEliminarJhon: Efectivamente, lo conoces, fue perpetrado a raíz de un reto propuesto por ti :D
Enormemente humano este relato que narra la historia de Frankestein desde un punto de vista diferente.
ResponderEliminarUn saludo.
Las cosas no son siempre lo q parecen. Pero no hay duda de una cosa,la turba siempre es un verdadero monstruo falto de razón y ennegrecida el alma con los sentimientos más indeseables
ResponderEliminarun bello relato,donde el profesor se identifica con la enseñanza, la compasión y la reflexión.
un abrazo!