A las diez y media de la noche ya se encontraba Basi sentado a la barra de su pub favorito, charlando con Manolo, el barman de toda la vida.
A las once y cuarto, con su segunda copa, Basi lanzaba su habitual diatriba contra la vida lastimera y rutinaria de la mayoría de los humanos mientras Manolo -uno de esos borregos amaestrados que tanto despreciaba Basi- le prestaba un cuarto de su atención y disimulaba tres o cuatro bostezos.
Eso de tener un trabajo fijo, un horario estricto, vivir atado a una mujer, a unos hijos, un jefe, vivir cada día del mismo modo que el anterior, repetir cada día los mismos gestos, los mismos caminos y las mismas rutinas no iba con él. No señor, Basi era un espíritu libre, un aventurero, un ser nacido para vivir bien lejos de las convenciones mundanas. Y este discurso era repetido por Basi cada noche, a la misma hora, con una exactitud casi milimétrica, justo entre su segunda copa y su primera raya de coca.
A eso de las doce comenzaba su habitual recorrido por los mismos antros nocturnos de cada noche, bebiendo, esnifando, bailando, buscando algún pibón recauchutado que llevarse a la cama. Disfrutando de lo que él llamaba su libertad.
En el último antro, delante de la última copa, tras su última raya de coca y sentado junto a una chica de grandes pechos e ideas pequeñas, el último pibón de su larga lista de pibones sustituibles e intercambiables, Basi volvía a soltar su discurso favorito sobre vidas rutinarias y grises ante una audiencia compuesta de “espíritus libres” rebosantes de alcohol, coca y hastío.
A las siete de la mañana, mientras la humanidad diurna comenzaba, adormilada, su jornada, Basi regresaba a casa, con una sonrisa en la cara, su última conquista colgada del cuello y satisfecho de no llevar la vida monótona de sus conciudadanos menos afortunados.
A las ocho, tras una intensa sesión de sexo, Basi mandaba a paseo a la amiguita de turno, se lavaba los dientes y se tiraba en la cama donde dormiría hasta las cinco de la tarde.
A las diez y media de la noche ya se encontraba Basi sentado a la barra de su pub favorito, charlando con Manolo, el barman de toda la vida...
Creo que prefiero no ser un espíritu libre. Un beso.
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