Romanticismo
Mi
reproductor multimedia, de la noche a la mañana, se ha vuelto un
romántico añorante de la época dorada de Hollywood. Ahora se niega
a reproducir nada en color y elimina todo el metraje dedicado a los
créditos sustituyéndolas por el “The
End” de
antaño. Había pensado en cambiarlo por otro nuevo y menos
sensiblero pero me lo he pensado mejor y creo que me voy a unir a él.
De modo que, partir de ahora, sólo veré esas viejas películas que
a él tanto le entusiasman.
El
espectador
En
la negra pantalla apareció el The End. La música se detuvo y la
sala quedó en absoluto silencio. Cuando las luces comenzaron a
encenderse, el único espectador parpadeó confuso y sorprendido. Se
levantó de su asiento, aún perplejo y, mirando hacia todos lados,
murmuró entre dientes:
-Jamás
hubiera imaginado que la muerte fuese esto...
El
dinosaurio
Cuando
el dinosaurio despertó, el hombre estaba allí y lo miraba
fijamente.
El
gigantesco saurio parpadeó, estiró el largo cuello olisqueando el
aire y se dispuso a zampar cualquier cosa verde que encontrara. El
cerebro del dinosaurio era tan diminuto que había superado la
perplejidad casi instantáneamente.
El
hombre, en cambio, continuó observándolo con aire confuso durante
los minutos -muchos- que su cerebro precisó para asimilar la idea de
que había un dinosaurio en casa. Finalmente, suspirando, se
rascó la cabeza, tomó la pluma que había dejado caer y reinició
la escritura murmurando para sí mismo:
-Yo
había oído hablar del poder de la imaginación pero esto me parece
exagerado...
Y
siguió escribiendo su novela sobre dinosaurios.
Monstruo
El
niño juega y susurra:
“Hoy
han vuelto a llamarme monstruo. No sé por qué lo hacen. No soy
ningún monstruo. No parezco un monstruo, ni huelo como un monstruo,
ni gruño como un monstruo, ni estoy lleno de pelo, ni tengo dientes
enormes, ni garras afiladas, ni nada que parezca de monstruo”.
El
niño, sin dejar el juego, continúa murmurando:
“No
quieren jugar conmigo porque dicen que soy un monstruo. Se ríen de
mí porque dicen que soy un monstruo. Me llaman monstruo a todas
horas y no entiendo por qué. ¿Tú lo entiendes Dientecitos?”
El
niño alza hasta su rostro la menuda y torturada masa sanguinolenta
que, hasta no hacía mucho, respondía al nombre de Dientecitos.
Qué buenos. "El dinosaurio" me resulta familiar... ¿Lo habías publicado ya antes, o a lo mejor algún otro relato parecido? A lo mejor he imaginado que lo escribías, y lo has escrito.
ResponderEliminarSaludos!
Me gustan!!! Perfecto el inicio del microrelato más corto de Monterrosso (¿se escribe así?) para el cuento del dinosaurio. Un besote
ResponderEliminarEl segundo, "El espectador", me parece la bomba.
ResponderEliminarEl del monstruo es muy... Nanny Ogg. Me gusta esa forma de describir repetitiva, muy "a lo cuento" y ese final sorpresa.
:)
Geniales, Nanny.
ResponderEliminarTe echo de menossssssssss¡¡¡
Y, efectivamente, así es que son los monstruos...
ResponderEliminarEres una microrelatista estupenda, Nanny.
ResponderEliminarEl del monstruo consigue sobrecogerme, que lo sepas.
Un besazo, Nanny.