El alma recién desencarnada se hallaba profundamente ensimismada... ensimismado... en los recuerdos de la vida que acababa de abandonar, meditando sobre lo bueno y lo malo, sobre los aciertos y los errores y preguntándose que le esperaba cuando llegara a... (ponga aquí lo que proceda según sus creencias). El alma que iba a encarnarse se hallaba profundamente ensimismada... ensimismado... lo que sea en el futuro que le esperaba, preguntándose cómo sería eso de la vida y qué se sentiría al tener un cuerpo sólido.
Iban ambas almas tan abstraídas... abstraídos... lo que sea en sus pensamientos que a punto estuvieron de tener una colisión -cosa nada sencilla dado la infinita extensión de espacio que tenían a su alrededor-. Durante unos segundos (¿O quizás fueron años? Cuando no eres más que pura esencia eso del tiempo pierde claridad e importancia) ambas almas se observaron.
El alma recién desencarnada pensó que, quizás, ese alma tan nuevecita... nuevecito... lo que sea, podría hablarle y recordarle cómo era el lugar del que procedían y de paso podría darle unos cuantos buenos consejos para la nueva vida que iba a iniciar. Pero casi de inmediato pensó que, bueno, ya pronto llegaría a su lugar y no valía la pena preguntar nada y que hablarle sobre lo que le esperaba tampoco serviría de nada porque, total, los jóvenes ya se sabe que nunca escuchan a los viejos y, además, como tampoco iba a acordarse...
El alma que iba a encarnarse pensó que... bueno, el alma que iba rumbo a su nueva vida en realidad lo único que pensó fue: “¿Por qué no se quita de mi camino este desencarnado... desencarnada... lo que sea y me deja seguir mi camino?” porque, los jóvenes, ya se sabe, sean esencia o sean materia, siempre tienen prisa. Ni por un momento se le ocurrió la idea de preguntarle a esa otra alma cómo era el mundo que le esperaba o pedirle consejo, no señor, él... ella... ello... lo que sea tenía demasiada curiosidad y demasiada impaciencia para detenerse a hacer preguntas tontas.
De modo que una se desvió un poquito hacia la derecha, la otra se desvió un poquito hacia la izquierda y, sin dirigirse ni media palabra, ambas continuaron sus respectivos caminos rumbo a sus respectivos futuros.
Ernesto nació pocos días después de que su abuelo falleciera. Durante toda su vida le hablaron tantísimo de él que era como si lo hubiera conocido y siempre, siempre, echo de menos tenerlo cerca para que le diera consejos sobre la vida...
A saber qué pensaría si supiera que se cruzó con él en mitad del éter infinito y no le hizo ni maldito caso.
Eso pasa mucho, y no hace falta ser un alma descarnada. Un beso.
ResponderEliminarsupongo que si, que pasa mucho.........
ResponderEliminar¡Curioso desencuentro! ¡Cómo me gusta cómo escribes nanny no me cansaré de decirtelo! Besos y feliz finde
ResponderEliminarjajajaja ¡que bueno!. Si es que las bullas es lo que tiene..aunque lo mismo de haberse entretenido la madre de Ernesto hubiera tenido un parto mas complicado (vete tu a saber si las cesarias son esto: eters tranquilones de palique por ahi y con el rollo de "esperate cinco minutos mas" jajajja)
ResponderEliminarJuas ...me río un montón con tus paréntesis.
ResponderEliminarBesos
¡¡¡Qué bueno¡¡¡¡¡¡Buenísimo¡¡¡ y es que coincide con algo a lo que le he estado dando vueltas sobre todo hoy, antes de leer tu entrada.
ResponderEliminarLa incapacidad del ser humano, o mejor, la dificultad para apreciar las cosas en el momento, para vivir el presente....
Parece que nos gusta castigarnos con lo que no fue pero pudo haber sido, y no fue casi siempre porque estábamos en Babia -o entrampados en vanidades-
Me ha encantado. Besos.
Pero, si aquellas dos almas se hubieran detenido a hablar, podía haber pasado que ese encuentro no sirviera de nada. Ya se sabe que no aprendemos de las experiencias de otros, ni siquiera de las de nosotros mismos. Y el alma desencarnada podía haberle dado a la otra una visión demasiado subjetiva de aquello con lo que se iba a encontrar.
ResponderEliminarCreo que prefiero que no hubiera encuentro, porque así ese nieto siempre pensó que le hubiera gustado conocer a su abuelo, en lugar de pensar "qué pesado el abuelo con sus cosas y además no tiene ni idea de cómo es mi vida". Y el abuelo no tuvo oportunidad de desencantarse de su nieto, ni de que le defraudaran todas las expectativas que ponemos en otros sin tener en cuenta los intereses de los demás.
Creo que pasó lo mejor.
Eso suele suceder mucho, y no solo en el ámbito del limbo reencarnatorio.... en la vida misma, a la que suelo comparar con un pasillo, cuando unos van , otros vienen.... el caso es que los desencuentros nunca sabremos si son para bien o para mal....pero es lo que hay. Lo bueno es contemplarlos así, tal como tu los cuentas, con perspectiva que nos da idea de la situación global, porque la mayoría de las veces, estoy convencida de que ni nos enteramos de las casualidades que pasan cerca de nosotros ...
ResponderEliminarBesitossssssss
Y bueno, tampoco es que el abuelo haya puesto mucho de sus parte, me parece...
ResponderEliminarBellisimo. Besos
ResponderEliminary no solo ocurre a las almas, por eso procuro de vez en vez detenerme apreguntar , culaquier cosa...y me gusta ver cuando alguien que sabe la respuesta sonrie.
ResponderEliminarMe pareció, lo mas gracioso lo de los paréntesis. (Me gustó).
ResponderEliminarCreo que es de lo más común, es parte de nuestro vivir. Marcado por los reencuentros, algunos gratos otros no tantos.
Un abrazo, bajo constantes réplicas. Besos!!
:))))))))))))
ResponderEliminar¿Y le pusieron Ernesto por su abuelo? Qué cosas...
Que suerte tenemos los que por nuestras creencias no tendremos viaje a..., simplemente billete de partida sin destino alguno, sin vías a seguir, tan sólo...morir.
ResponderEliminarGenial relato el que nos has ofrecido.