Se sentó en un banco del parque a contemplar el otoño. Arrebujada en su abrigo respiraba el fresco aire, escuchaba el rumor de los árboles, observaba a alguna ardilla atareada y seguía el vuelo de las hojas.
Se sentó en un banco del parque bien envuelta en su bufanda amarilla a contemplar los marrones, dorados y rojos. Comenzó a caer una lluvia ligera, pero ella no se movió, quería disfrutar del olor a lluvia, sentir el frío camino de las gotas por sus mejillas, y escuchar el sonido del agua sobre hojas, ramas, bancos, suelo...
En un momento se quedó sola. El resto de paseantes había salido huyendo del pequeño chubasco, ni que se fueran a derretir como la malvada bruja del Este, pensó ella con una sonrisa.
Se quedó sentada en el banco del parque arrebujada en su abrigo, envuelta en su bufanda, contemplando el otoño, respirando el aire fresco, escuchando el rumor de los árboles, observando a las ardillas, siguiendo el vuelo de las hojas, llenándose los ojos de dorados, marrones y rojos, oliendo el aroma de la tierra húmeda, sintiendo las gotas caer en su cara.Cuando la noche comenzó a caer, decidió que era el momento de marcharse. Se levantó del banco, suspiró y, poco a poco, Verano comenzó a desaparecer mientras decía adiós a su hermano Otoño.

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Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...