martes, 29 de octubre de 2019

La voz


El oscuro pasillo bulle de vida. Cosas viscosas reptan y se deslizan. Diminutos chillidos agónicos llenan un aire que apesta a muerte. No hay recodos donde esconderse.  O avanzas o retrocedes. No hay más. 
Una voz a tu espalda te azuza, te aguijona, te incita.. 
—¡Decide! ¡Rápido! ¡Vamos! ¡Decide! Sigue adelante o vuelve atrás. Pero ya. ¡Pronto! Sigue o vuelve, pero hazlo ya.
Y tú corres, hacia delante, o eso crees, porque la voz la tienes detrás, o eso te parece.. Avanzas a trompicones, o tal vez retrocedes, en esa oscuridad no puedes estar seguro. Resbalas, caes, te levantas, te golpeas contra las paredes, rebotas en ellas, cambias de sentido continuamente, te sientes como una bola de pinball. A tu alrededor sólo la oscuridad, el aroma a putrefacción y la voz:
—¡Vamos! ¡No te pares! ¡No descanses! ¡Sigue corriendo! ¡No lo pienses, no tiene sentido! Da igual hacia dónde, no le des más vueltas. ¡Hazlo! 
Y tú sigues corriendo, casi sin fuerzas, aspirando el aire enrarecido a grandes bocanadas, el corazón tamborileando al ritmo de un batería enloquecido. tus sentidos agudizados al máximo. 


El simio ascentral ha tomado el control de tu cuerpo y trata de alejarse del depredador que le acosa.
La voz sigue hablando, con urgencia. Te gustaría pensar que se preocupa por ti, que intenta cuidarte, animarte, guiarte, ponerte a salvo. Te empuja, te impulsa y tú la escuchas y la obedeces. No puedes hacer otra cosa. Así que sigues obedeciendo:
—¡Derecha o izquierda! ¡Vuelve a elegir! ¡Izquierda o derecha! Decide, pero no dejes de moverte. Parar no es una  opción. ¡Vamos, vamos, vamos....!
Llevas mucho tiempo corriendo, demasiado para tus músculos, demasiado para tus pulmones, demasiado para tu corazón, demasiado para tu cerebro. Estás a punto de derrumbarte. Sólo la fuerza de voluntad te mantiene en pie, y eso también se está acabando. El momento de la rendición está cerca. Un olor nauseabundo inunda tu nariz, algo roza tu nuca. El final se aproxima, inexorable.
Y la voz, esa voz que te ha acompañado todo el camino, te urge una vez más:
—¡Ahora! ¡Ya! ¡Avanza o retrocede! ¡Corre! ¡Ve hacia tu muerte! Ya sólo te queda elegir cómo quieres morir...
Y tú, gimiendo y llorando, avanzas, aterrorizado, pero aliviado porque el fin está cerca.

2 comentarios:

  1. ¿En serio podemos elegir cómo morir?

    Saludos,

    J.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No, no podemos, a menos que optemos por el suicidio. Esto es un micro de terror, no un ensayo filosófico :D

      Eliminar

Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...

Karma

  El viejo monje observaba la delicada mariposa posada en su dedo. ‒Una vez fui como tú -le dijo-, y una vez tú fuiste como yo. Lo recuerdo ...