Hipocondría
No era hipocondría, no señor. No era imaginario aquel dolor que sentía en el pecho. No era ficticio aquel peso que le oprimía el corazón. No señor. El médico podía decir lo que quisiera pero aquello no era hipocondría, ni manía, ni ganas de llamar la atención.
No era inventado aquel insomnio, ni aquel vacío en el estómago, ni aquella inapetencia.
El problema, meditaba doña María, era que tenía ochenta años en lugar de quince, que peinaba canas, que se llamaba doña María y que tenía arrugas hasta en el alma.
El problema, seguía meditando, era que todos buscaban una explicación médica y nadie quería ver que aquello suyo no era más (ni menos) que mal de amores.
Okupas
Nos habíamos quedado sin hogar. No teníamos donde ir. Llevábamos mucho tiempo en movimiento continuo, sin un lugar seguro en el que refugiarnos, añorando un lugar al que llamar nuestro.. Este sitio nos gustó y parecía deshabitado. Creímos que a nadie le molestaría que nos instaláramos aquí. Y un día, después de varios años, llegaron esos hombres y nos llamaron “okupas”. Nos dijeron que teníamos que irnos, que aquello tenía dueño y que no podíamos vivir allí, que era ilegal... y nos echaron así, sin más, sin tiempo a recoger nuestras cosas. Y tuvimos que volver a subir a nuestras naves y a recorrer el espacio en busca de un nuevo planeta en el que vivir...
Espejo

Si alguien preguntaba por su curiosa manía ella respondía:
-Me busco -y, desviando la mirada del espejo un sólo instante para mirar a su interlocutor continuaba-. Hace años que me perdí ahí dentro y me estoy buscando.