
La felicidad no es una circunstancia sino una actitud. Si falla la chispa interna, el “talento”, que te capacita para la felicidad dará igual lo que tengas o lo que obtengas, nunca serás feliz.
Las palabras bonitas adornan al amor pero no son amor. Los suspiros y las mariposas en el estómago dan brillo al amor pero no son amor. El latir acelerado del corazón, el pensar continúo en el ser amado dan emoción al amor pero no son amor. En realidad el amor llega cuando todas esas cosas desaparecen.
La nostalgia, como el alcohol, en pequeñas dosis, achispa, en grandes dosis, enferma.
Si me encontrara con mi yo de hace diez o veinte años, probablemente no me reconocerías. Si me reconociera, posiblemente me sorprendería redescubrir cómo era. Seguramente ni tan siquiera me entendiera.
No soy la niña que fui. Tampoco soy la joven que fui. Sin embargo, sin ellas y lo que ellas vivieron yo no sería yo.
Afortunadamente no soy perfecta. Afortunadamente no vivo una vida perfecta. Debe ser de lo más aburrido no tener nada que aprender, nada que superar, nada que corregir...
Cuando nos enamoramos, la locura se apodera de nosotros. Por fortuna, en cuanto llega el amor de verdad, la cordura regresa a nosotros.
Hay cosas que no se pueden arrancar del corazón pero que convendría almacenar en algún trastero apartado para luego tirar la llave.

Antes creía que la realidad era demasiado gris y no me gustaba. Prefería, con mucho, los sueños. Ahora sigo creyendo que los sueños están muy bien... para un rato y, además, he aprendido que la realidad está llena de colores, sabores y olores que no quiero perderme.
Los castillos en el aire no tienen nada de malo. Lo malo es que pretendas vivir en ellos.
No puedes pasar la vida viviendo de recuerdos. Es mejor que la pases construyéndolos.
No siempre es mala la mentira ni siempre es buena la verdad. No se puede ser sincero todo el tiempo ni se puede mentir a todas horas. Tan malo es lo uno como lo otro.
No soporto la gente que “lo dice todo a la cara”, tienen la curiosa tendencia de sólo decirte cosas malas. Aún no he escuchado a uno de estos “sinceros” abrir la boca para decir algo bueno.
Creo que es mejor arriesgarse y equivocarse que no hacer nada y lamentarse.
Doy gracias a todos los que me hicieron llorar porque dejaron el camino libre a quien ahora me hace sonreír. Doy gracias a las dificultades porque me enseñaron a ser más fuerte. Doy gracias a mis errores porque gracias a ellos he aprendido alguna cosa. Doy gracias a mi ignorancia porque me permite aprender algo nuevo cada día. Doy gracias a mi pasado por convertirme en quien soy.