
Normal, como que no estaban en casa.
Ni en su casa ni en mi casa ni en ninguna casa de los alrededores.
Las pelusas, como el resto del planeta, se habían largado de vacaciones. Que se iban a quedar ellas en Marte en agosto, así por la cara. Ya, claro. Se largó la veci, se largaron las camelias, se largaron hasta los neptunianos - ¿Neptuninos? ¿Neptunios? ¿Lobos de mar? - que nos limpian los cristales de la cúpula. Y los venusinos que nos alegran la vista, vamos que, por largarse, se largaron hasta los turistas.
Ah, pero el verano se acaba; se acaba en Marte, se acaba en la Tierra, se acaba en todos los planetas con estaciones e, incluso, en los que no las tienen… y las pelusas, por supuesto, han vuelto a casa.
Chamuscadas (no está hecha la pelusa para baños de sol, sobre todo si te vas de vacaciones a Mercurio), más gordas, chapurreando cien idiomas de noventa y nueve planetas diferentes y sin haber aprendido ninguno.
Algunas han vuelto suspirando de añoranza por su último amor de verano (¡ay, esos pelusos de Urano cuántos corazones de jóvenes pelusillas han roto ya…!). Otras comienzan a sentir el síndrome postvacacional ese (vamos, una excusa como otra cualquiera para no volver a trabajar). Hasta hay algunas que regresan contentas y con ganas de trabajar y estas son las más sospechosas porque no hay ser, ente o cosa en este universo que pueda volver de vacaciones alegre, feliz y con deseos de retomar la vida diaria.

El caso es que han vuelto, como todo el mundo.
Han regresado y me han tenido secuestrada tres días (con sus noches) viendo fotos de todos los “bajos fondos” que han visitado durante sus vacaciones. Y con “bajos fondos” no me refiero a “Sectores marginales de las grandes ciudades donde abunda la gente del hampa”, no, para nada. Cuando digo “bajos fondos” me refiero a todo lo que quede a la altura (aproximada) de ellas, las pelusas, es decir, que he visto fotografías de la zona inferior de sillas, sillones, butacas, camas y mesas (1). He contemplado todo tipo de suelos, pavimentos, adoquinados, solados, empedrados, etc. Me he hartado de ver pies, patas, zarpas, tentáculos y panzas reptantes (2). No tengo ni la menor idea de cómo son los paisajes de los planetas que han visitado pero, eso sí, he aprendido a distinguir sin ningún problema entre los diferentes tipos de polvos (3) del sistema solar.
Tras la tortura, quiero decir, tras el ameno visionado de fotografías, pasamos a la entrega de souvenirs. Así que ahora tengo unas cuantas figuritas con el traje típico de Plutón, Io y Saturno; unos cien llaveros de Urano, Alfa Centauri, Calisto y no sé qué otros planetas, planetoides, satélites y estrellas; un par de camisetas de esas de “Alguien que me quiere mucho me ha traído esta camiseta de… (póngase aquí el lugar que corresponda)”; como cincuenta postales de otros tantos lugares del sistema solar y una docena de figuritas hechas con conchas y delfines, sobre todo, delfines, idénticos delfines azules da igual de donde los traigan.

En fin, que han vuelto. Han vuelto las pelusas, han vuelto los neptunianos, han vuelto los venusinos, las naves de turistas… y el que no ha vuelto ya viene de camino. Ahora, para que la cosa no sea tan dura, toca hacerse buenos propósitos como: apuntarse a alguna colección en fascículos (las pelusas ya se han apuntado a un coleccionable de macramé), matricularse en un gimnasio (para abandonar al mes…), dejar de fumar, ponerse a dieta, aprender inglés/francés/chino… En fin, cualquier cosa que evite recordar que se acabaron las vacaciones… hasta el próximo año.
Bienvenidos a los que vuelven. Bienvenidas pelusas, bienvenidas camelias, bienvenidos neptunianos, venusinos, jupiterinos. Bienvenida vecina.
Si alguien quiere pañuelos de papel para enjugar las lágrimas he preparado unas cuantas cajas allá, al fondo del blog…

(1) ¿Alguien tiene idea de la cantidad de cuántos sabores de chicles existen en el sistema solar y zonas colindantes? Pues según mis cálculos, basados en la observación de dichas fotos, debe andar alrededor de los dos mil.
(2) Dato para las fashion victims: en Andrómeda vuelven a estar de moda los tacones de veinte centímetros con luces fluorescentes en los tacones…
(3) No me refiero a ese, so pervertidos.