
Triángulo
Hora de la siesta. Hoy no es un día de mucho calor y entra una brisa muy agradable por la ventana semiabierta.
Esta tarde, la cama ofrece uso comunal y familiar. En el lado derecho, mi marido echa una siesta. Atravesada en la cama, usando sus piernas como almohada, yo leo. En el lado izquierdo, con sus piernas sobre mi estómago y su cabeza cerca de la de su padre , la niña juega con la Nintendo DSi.
Formamos un triángulo perfecto.
Los minutos pasan perezosos y tranquilos.
Mal
abares
Paseo veraniego. Gente que va
y que viene por una calle comercial. Artistas callejeros, principalmente músicos, ofrecen su arte a quienes por allí pasan. Un joven -muy joven- practica juegos malabares con pequeñas pelotas. A su lado un cartel en el que solicita dinero para comprar más bolas.
Mientras pasamos a su lado observamos que las bolas que el
muchacho maneja pasan más tiempo rodando por el suelo que volando de mano en mano.
Viéndolo es fácil entender por qué pide dinero para más bolas...
Luna llena
Volvemos a casa después de un breve paseo. A nuestra d
erecha, el sol desciende y ya queda oculto por árboles y chalets. A nuestra izquierda, una luna enorme y brillante luna llena, asoma entre nubes.
No podemos evitar detenernos unos instantes a contemplarla y disfrutarla. Me pregunto si otras personas también se habrán dado cuenta de esta espléndida visión de nuestro satélite.
Miro a mi alrededor y constato que, al parecer, a nadie más parece interesarle. Somos los únicos que disfrutan de este pequeño regalo para la vista.
El resto de transeúntes sigue a lo suyo, sin alzar la vista ni por un segundo hacia el espectáculo gratuito que la naturaleza está ofreciendo.
Definitivamente, somos unos bichos raros... y yo me alegro.