lunes, 28 de abril de 2008

El príncipe Humberto


La bella princesita tomó al sapo en la mano con suavidad pero con firmeza y, acercándolo a sus rojos labios iba a besarlo cuando…

- ¡No, no, por favor, no me beses! – gritó aterrorizado el sapo.


- ¿Que no te bese? ¿Por qué no? – Lo interrogó la dulce princesa – Tú eres un sapo, yo soy una princesa, tengo que besarte. Es la tradición, ya sabes…


- Ya, ya sé que es la tradición pero es que… verás… ¿Me permites que te cuente una historia?


- Claro ¿Por qué no? Adelante.


- Muy bien pues verás…



… El príncipe Humberto era guapo y esbelto.


Elegante, inteligente, educado y responsable.


El príncipe Humberto tenía todo lo que un príncipe podía desear y era todo lo que un príncipe quería ser.


Pero no era feliz. Ni tan siquiera se sentía un poco satisfecho. Tampoco es que fuera desgraciado. Más bien se sentía gris, de lo más gris que puedas imaginar.


El príncipe Humberto cumplía con todos sus deberes sin rechistar: se enfrentaba a dragones cada martes. Jueves y lunes, salvaba a dulces doncellas. Los sábados y domingos se le iban entre cacerías matinales y bailes nocturnos donde se veía obligado a tratar con encantadoras princesitas y malvadas madrastras. El resto de la semana la pasaba entre clases de idiomas, de protocolo, esgrima, diversos tipos de lucha...



Pero cuanto más le alababan, cuanto mejores notas sacabas, cuanto más orgulloso se mostraba su padre el rey; menos satisfecho se sentía él con su vida principesca.


Un día, mientras paseaba con su amiga la Hechicera del Bosque Más o Menos Encantado, decidió abrirle su corazón y hablarle sobre su extraña insatisfacción. La Hechicera lo escuchó atentamente - era éste uno de sus mejores poderes mágicos- y, tras pensarlo un par de instantes le comentó que hacía tiempo que ella se había dado cuenta de su curiosa desazón y que lo único que podía aconsejarle era que se tomara unas largas vacaciones.


Al príncipe Humberto le pareció una maravillosa idea aunque no sabía cómo podría llevarla a cabo. Desde luego, su padre, no iba a dejarle marchar así como así porque para él lo primero era el deber. Y de nada servía intentar fugarse porque su cara era tan conocida que sería fácilmente reconocido por muy bien que se disfrazase. Tras darle muchas vueltas al asunto, su amiga la Hechicera del Bosque Más o Menos Encantado, le ofreció la única solución que le pareció plausible en ese momento: transformarlo en sapo.


- ¿Por qué en sapo? ¿Es que no se te ocurre otro animal más apropiado para un príncipe? – preguntó Humberto.


- Justamente – dijo la Hechicera – no hay animal más apropiado para transformar a un príncipe que un sapo. Es de lo más tradicional.


El príncipe aceptó a regañadientes. Su amiga le recordó que sólo había dos maneras de volver a su ser: una, que ella misma lo transformara y dos, que encontrara una princesa lo suficientemente loca como para darle un beso a un sapo asqueroso.


Y el caso fue que, aunque en un principio al príncipe eso de ser sapo no le parecía muy atractivo, al cabo de un tiempo se dio cuenta de que no le importaba y comenzó a disfrutar de la libertad que le daba ser un animal: no tenía obligaciones de ningún tipo, no tenía agenda ni horarios ni responsabilidades. No debía fingir sentir lo que no sentía ni tenía que ser amable con quien le caía mal ni se veía obligado a ser estrictamente educado. Como sapo dormía, comía, nadaba, disfrutaba del sol y no pensaba en nada que no fuera vivir. Por fin entendía porque, a pesar de tener todo, nunca se había sentido feliz… hasta ahora.


Por supuesto, Humberto no acudió en busca de su amiga la Hechicera para volver a convertirse en príncipe y, también por supuesto, huyó de cualquier bella princesita que se acercara a su charca.


El Príncipe Humberto había encontrado la felicidad en la simple vida de sapo y nunca volvió a su vida anterior…


- Ajá, entiendo. Tú eres el príncipe Humberto y no quieres volver a ser humano.


- No. Para nada. El príncipe Humberto es aquel sapo gordo sobre la roca grande.


- Pero… ¿por qué no me has dejado besarte?


- Fácil. Por dos motivos: uno, que ya estoy harto de que toda princesa que me encuentro intente besarme (¡con el asquito que me dan las princesas! Dicho sin ánimo de ofender) y dos, que yo no soy un príncipe.


- ¿Y a qué ha venido lo de contarme esa historia?


- Nada, sólo quería matar el rato.


- Vaya. En fin. No conocerás ningún príncipe sapo que esté dispuesto a dejarse besar por una princesa ¿verdad?


- Pues… podrías probar en la charca de al lado, me han dicho que se acaba de mudar un príncipe nuevo… igual él está dispuesto a dejarse besar.


- Vale, pues iré a ver. Muchas gracias y lamento haberte molestado.


- Nada mujer, a mandar… Estas princesas cada día están más pesadas… Croac... croac...


31 comentarios:

  1. Nanny traete a esta princesa a tu planeta que tiene mucho que aprender. A ver si espabila!

    ResponderEliminar
  2. este cuento es distinto a como te lo imaginas en un principio, a como viene ser el cuento tradicional. Faltaba decir: y el sapo vivio en tranquilidad...jeje

    Un beso!

    ResponderEliminar
  3. el sapo y sus problemas con las mujeres...

    es q las princesitas a veces se lo creen tanto y se ponen tan plastas.. que.....


    Un beso. Marea@

    ResponderEliminar
  4. Siempre te las arreglas para sorprendernos... Un beso.

    ResponderEliminar
  5. Ea, ¡que también hay crisis de príncipes!, si es que ya naica es como era, jajajajajaja.
    Me ha encantao es cuentito y ya noto que el agua vuelve a su cauce, ¡me alegro!
    Besicos

    ResponderEliminar
  6. Humberto era feliz si podía atrapar a la siguiente mosca...

    Pues lo que son las cosas...

    Venga, que tienes un meme esperándote... bueno, más de uno, en realidad...

    ResponderEliminar
  7. Pues este principe congeniaria muy bien con la princesa bruja, vaya par de inconformistas, pero lo entiendo, es más cómodo ser sapo...

    ResponderEliminar
  8. Qué razón tiene el sapo!!! Pero qué manía tenemos todas de encontar al principe azul, verdad???

    Aysss...

    Un besitooo

    ResponderEliminar
  9. Yo, ni sapo ni rana, pero sí que me apetecerían unas vacaciones como mariposa, o jilguero...

    ResponderEliminar
  10. Qué cuento más cálido. Y con un final novedoso. Lo he disfrutado muchísimo.
    Me alegra la mejoría de tu papá.

    ResponderEliminar
  11. Julia: Jajajajaja... bueno, yo creo que ésta princesita ya está perdida para el muindo :D

    Alvear07: Bueno,es que la tranquilidad al sapo se le supone ;)

    Mare@: ... Y es que los pobres príncipes encantadores tienen tantas responsabilidadees... ;)

    Susana: Al menos lo intento ;)

    Nani: Si es que en los tiempos que corren, hay crisis de tó... pero es que, además, este pobre príncipe andaba mu estresao ya :D

    Mario: ... ¿y es que hay acaso mayor felicidad para un sapo que vivir para la siguiente mosca? ;). Vale, vale, ya voy para su casa don Mario; aunque miedito me dá lo que me espera :P

    Mabel: Es más cómodo, es más descansado y ¡qué narices! Vive uno como le dá la gana :D

    Acoolgirl: Y, sobre todo, que manía tenemos todas de confundir a los sapos con príncipes... ;)

    Kotinussa: Desde luego lo de mariposa y jilguero queda como mucho más elegante que lo de sapo,donde va a parar, pero es que a los príncipes (a saber por qué) lo que les corresponde es pasar a formar parte del mundo anfibio :D

    Ana Ortiz: Muchas gracias :)

    ResponderEliminar
  12. con lo difícil que es encontrar a un príncipe azul y va y se resiste...xD

    ResponderEliminar
  13. Hay que ver como esta el patio y las charcas...mare miaaaaaa.
    Creo que me voy a meter en el caparazon de mi tortuga a ver si asi disfrazada, encuentro algun tortugo al que se deje besar para desencantar, porque esta visto que lo de los principes-sapos ya no funciona...jajjajaj
    P.D. Me raje ante los madriles que me abandonasteis toooss malvados sniffff... pero la venganza de la proxima ocasión vamos a organizarla bien , asi que ve mirandote el calendario porfa y haz señales de humo.
    Un besoooooooo grande para ti y para tu princesita enana

    ResponderEliminar
  14. Mira nena, entre que la mitad son gays, la cuarta parte están casaos y algunos pretenden seguir siendo sapos
    ...no hay quien encuentre al príncipe azul.

    ResponderEliminar
  15. Un cuento fantastico,estos sapos que no quieren comprometerse

    ResponderEliminar
  16. Si es que principes cada vez quedan menos y claro las pobras princesas tienen que ir buscando sapos por las charcas.

    de todas formas eso de huir de ser princesa, tambien hai..que en la familia monegasca, alguna si ha salido rana.

    besitos! me ha encantado tu historia, como siempre :)

    ResponderEliminar
  17. jajaja! Buena filosofía la del sapo príncipe. Es de entender. Te imaginas lo que sería vivir con la libertad y la falta de obligaciones de un animal? Pero yo elegiría uno más guapo!

    Un besote grande, preciosa!

    ResponderEliminar
  18. Marditoh zapoz!!!! En cuanto huelen a compromizo, se rezizten que da guzto (Perdón, no terminé de sacar la boca de la charca)jejejejeje

    Precioso, me ha gustado (y cuando no?)

    ResponderEliminar
  19. Carmncitta: Es lo que tienen los príncipes azules de ahora: todos padecen de miedo al compromiso :D

    Ambrosía: Visto lo visto seguro que te va mucho mejor con un tortugo que con un príncipe-sapo ;D

    Tesa: Jajajajaja... tienes razón, ni azul, ni verde, ni morao ni na... Pero, bueno, siempre quedan los hombres normalitos de toda la vida ;)

    Odel: Si es que, de sapo, se vive tan bien...

    Beatriz: Si es que las princesas igual deberían replantearse eso de ir buscando un príncipe (azul o encantador) como locas y dedicarse a otras cosas más interesantes ¿no? :)

    Zafferano: Si es que de animal se vive muy bien: ni responsabilidades ni obligaciones ni ná de ná... Mujer, yo también elegiría otro animal pero en el país de los Cuentos las cosas son así: los príncipes se convierten en sapos y las princesas andan por las charcas en busca de marido :D

    Steve: Jajajajajajaja... venga, venga, vuelve a tu charca no sea que te pille alguna princesa desesperada :D

    ResponderEliminar
  20. ainsss desde que no paso por aqui!!!!!!!!

    Estoy con el sapo, eh??? Si es feliz como una perdiz, para que complicarse con princesas!!!!!!!

    Un beso guapa

    ResponderEliminar
  21. jajaja qué bueno lo de "con el asco que me dan a mí las princesas"... seguro que más de uno se ha sentido identificado con esa frase.

    Besos!

    ResponderEliminar
  22. Genial manera de recuperar la inspiración... seguro que es cosa de tu padre.

    Besos de una maia.

    ResponderEliminar
  23. Joer con el sapo XD

    ResponderEliminar
  24. Vale… ya se que no soy princesa, pero me dejare de querer convertir sapos en príncipes…

    ResponderEliminar
  25. dí que sí, mejor la vida ¿plebeya? de los sapos...
    Besos!

    ResponderEliminar
  26. Nada, sólo quería matar el rato XDDDDD

    Esa frase me ha encantado XD ¡Un sapo pasota! Genial XD

    Muchos besos, guapa!
    ¡Ains, qué gracia que tienes, niña!

    ResponderEliminar
  27. Normal, yo si fuera sapo también odiaría a las princesas. Aunque... ahora que lo pienso... ya las odio sin ser sapo :P

    Muchas veces, cuando voy a salir de casa, miro a mi gato tirado en el sofá, estirado y lanzándome maullidos de adiós y pienso "jodido gato... quién fuera como tú".

    Por algo me estoy volviendo antisocial (y cada vez más).

    Besazos.

    ResponderEliminar
  28. jajajajaja. Sí es que los principes ya no saben donde meterse con tanta vibora suelta. jajajajaja.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  29. Este Humberto debería juntarse más con sus colegas ingleses, que parece no la pasan tan mal, y la princesa darse cuenta que en estos tiempos ya nadie qeuiere cambiar su naturaleza, por más besos que le den. Besos

    ResponderEliminar
  30. No sabe ná el príncipe... no sabe náaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!!!!!

    ¿Tú no tendrías poderes para transformarme en ranita, verdad?

    Besazos.

    ResponderEliminar
  31. Jajajajaja...¡¡¡muy bueeenooooo!!! ^_^

    Besotesssssssssssssssss

    ResponderEliminar

Yo ya he hablado demasiado, ahora te toca a ti...

OFRENDA

  El anciano arrastró su viejo cuerpo al interior del templo, llevaba en sus manos artítricas un pequeño cesto con fruta y pan, su ofrenda d...