Cuando Archibald Crane decía su nombre a uno de sus clientes, en lugar del habitual alarido de terror que inspiraban sus compañeros, obtenía carcajadas. Normal. Con semejante nombre tendría que haber sido contable, o cajero de banco, o funcionario, o cualquier otro empleo sencillo y gris de humano pero, lamentablemente, Archibald Crane era un demonio y un demonio que causa risa no puede ser un buen demonio.
A Archibald le habría encantado tener un buen nombre diabólico, un nombre como Abraxas, por ejemplo, Alastor, Belial, Gamaliel; esos sí que eran nombres que imponían respeto. ¡Ah! Con un nombre así, seguro que habría hecho grandes e infernales cosas pero, no, su madre se empeñó en ponerle un exótico nombre humano y ni el mismísimo Príncipe de las Tinieblas logró que cambiara de idea (1).
Estaba convencido el pobre Archibald de que el causante de todos sus males era ese horrible nombre. Por culpa de ese nombre era torpe, desmañado, distraído y desgarbado. Por su culpa había sido siempre el último de la clase; el peor en apariciones demoníacas y el que sacaba las notas más bajas en clases de Tentación Aplicada. Por culpa de ese maldito nombre – eso creía Archibald - se metía en follones sin fin y metía la pata continuamente. Como aquella vez que, al hacer un trato con una ancianita, no sólo olvidó hacerle firmar el contrato de cesión de alma sino que, además, su deseo de juventud sólo se cumplía los fines de semana (2). O aquella otra vez que sustituyó a un compañero íncubo con tan mala pata que fue a escoger a la única ninfómana en cien kilómetros a la redonda; consecuencia de ello fue que el pobre Archibald acabara con agujetas hasta en lugares que él desconocía y que la antedicha ninfómana fuera inmediatamente contratada como súcubo pues los mandamases del infierno se apercibieron inmediatamente de su enorme potencial (3).
¿Y cómo olvidar su intento de abrirse camino en el apasionante mundo de las posesiones demoníacas? ¡Un desastre completo! En primer lugar, entre todas las posibles víctimas a elegir, Archibald se decidió por un anacoreta de esos que, un día, sin previo aviso, deciden abandonar “el mundanal ruido” e irse a vivir a una cueva solitaria en la montaña más alta que encuentran en las cercanías; por supuesto, esto le privó de la fama consiguiente a toda posesión pues las únicas que se percataron de tal hecho fueron las cabras de los alrededores (4). Para más inri, el tal anacoreta, en lugar de hundirse en el abatimiento por compartir su cuerpo con un demonio, se sintió de lo más feliz pues, después de veinte años de soledad y silencio, descubrió que era de lo más agradable tener compañía aunque fuera interna y diabólica. Lo de hablar en diez idiomas, cuatro dialectos y el lenguaje de signos para sordos, en lugar de asustarlo, le pareció totalmente fantástico y muy útil para charlar con los turistas que por allí pasaban miércoles y sábados (5). Lo de la fuerza extrema también le pareció maravilloso pues lo que hasta entonces le había parecido agotador (transportar agua desde el río, cargar leña para las hogueras nocturnas, etc...) se volvió, de pronto, un trabajo ligero y fácil. Disfrutó al máximo de la capacidad de girar la cabeza 360º (pues le permitía controlar a su rebaño de cabras filósofas sin apenas moverse del sitio) y de la de trepar por las paredes (que le permitía ir a buscar a las dichas cabras hasta los lugares más inalcanzables). En fin, que el ermitaño en cuestión estaba disfrutando tanto de su posesión que se negó a ser exorcizado y tanto apego le tenía a Archibald que éste se vio obligado a pedir ayuda al inframundo, convirtiéndose en el primer demonio que pasaba por un exorcismo para librarse de su poseído.
Sólo a un demonio llamado Archibald podía pasarle semejante cosa... o eso pensaba el pobre diablo.
Pero, finalmente, Archibald Crane, encontró su lugar en el mundo demoníaco. Un lugar desde el que podía manipular, tentar, torturar y ganarse almas para el infierno. Un lugar donde su nombre no era ningún impedimento y que le llegó a proporcionar cierto renombre. Archibald Crane descubrió el mundo de la televisión y se hizo con el puesto de Jefe de Programación. Desde su lugar de trabajo podía alimentar la codicia, la avaricia, la lujuria, la envidia, la ira, cualquier pecado podía ser alentado desde allí.
Archibald, al fin, consiguió sentirse bien consigo mismo. Y consiguió el reconocimiento de todo el mundo infernal. Su madre, al fin, se sintió orgullosa de su hijo. Y hasta el mismo Príncipe de la Oscuridad le llegó a conceder una condecoración especial. El pequeño y desgarbado demonio, al fin, había conseguido ser “alguien”(signifique eso lo que signifique).
Lo que nunca logró fue aceptar el hecho de tener un nombre tan poco demoníaco.
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1. No es que la mamá de Archibald fuera alguien importante en el infierno pero tenía un mal genio legendario en el lugar, era cabezota y, además, andaba enfrascada en plena lucha feminista (influida por una hornada de feministas radicales). El Príncipe de las Tinieblas, puesto ante la diatriba de elegir entre una huelga de diablesas feministas y tener un demonio de nombre Archibald, lo tuvo bien claro.
2. Archibald intentó arreglar el asunto pero, claro, la vieja, al darse cuenta de que aún seguía en posesión de su alma, se quedó más que contenta con ser joven tan sólo de viernes a domingo y amenazó con elevar una queja a lo más alto si el demonio insistía en deshacer el trato. Y ahí sigue, la Sra. Nines, dedicándose al streap-tease cada fin de semana y yendo al Club del Jubilado el resto del tiempo.
3. La tal ninfómana nunca ha sido tan feliz y, a día de hoy, es Jefa Suprema de Súcubos e Íncubos y, además, se encarga de organizar las orgías infernales. Los jefes infernales están muy “satisfechos” con sus dotes. Y el pobre Archibald… bueno, el pobre Archibald siente desde esa noche una curiosa falta de deseo sexual, nada común entre los de su especie.
4. A las cuales les importaba un bledo lo que hicieran o dejaran de hacer los seres humanos, pues estaban mucho más interesadas en sus teorías filosóficas que en las tonterías de esos extraños seres bípedos.
5. Llegó incluso a sugerirle si no podía añadir el japonés entre esos idiomas ya que cada vez eran más los turistas de esa nacionalidad que venían a hacerle fotos.
Pero qué ataque tan sublime y cadencioso a la televisión! Bien Nanny! Me sumo. Y es que hay cada memez en esa cajita...!
ResponderEliminarBesotes bonita!
jajjaja estoy segura de que hay mas de un Archibald por el mundo.A fin de cuentas el demonio siempre es el más tonto.
ResponderEliminarMe encanta lo bien que sabes encajar la ficción con la realidad y contar dos historias en una; ciertamente el mundo de la TV es de lo más infernal.
Un besooo
Pues lo que yo creo es que la televisión es tan, pero TAN demoniaca que sólo puede ser un invento humano... Los seres del inframundo no pueden albergar tanta maldad... Ni esperar que creamos que, además, lo hacen pensando en el inetres público...
ResponderEliminarEl relato, eso sí, una maravilla.
jefe de programación, pero qué mala jajajajajajaa me partooooooo
ResponderEliminarFeliz día de la madre. Bicos.
ResponderEliminarla televisión, la televisión... guak! la televisión.
ResponderEliminarMuy divertida. En lo de la televisión estamos todos de acuerdo (cada vez mas absurda, burda, ridicula, grotesca,...) pero lo que de verdad me lleva a mi de cabeza, es ¿sobre que filosofaban exactamente esas cabras? ¿sobre comida, y otras cabras, o sobre las grandes preguntas de la cabridad?
ResponderEliminarQue bueno, este relato debería llegar a sus ojos, (los ojos de esos jefes programadores televisivos). Llevo años sin ver televisión, no soporto las programaciones, si me quedo a ver algo son los informativoso algún cultural y alguna peli, que la grabo para pasar los anuncios o las que ponen sin ellos.
ResponderEliminarUn relato fantástico como siempre.
Besillos
Muy bueno y divertido.
ResponderEliminarUn abrazo.
El relato fantástico como siempre, muy agudo....lástima que algo tan bueno, no se lo merezcan los jefes de programación de la tv.
ResponderEliminarUn besote
Desde luego, mira que ponerle ese nombre, pobre demonio.
ResponderEliminarPor lo menos tiene final feliz, nada propio de una historia "infernal", jejeje.
Un saludo guapa
Para ser agnóstica, hay que ver lo bien que se te dan estos temas. Has dado en el clavo. Un beso.
ResponderEliminar¡Jajaja! Qué bueno, cuánto echaba de menos tus personajes :)))
ResponderEliminarNo sé si conocerás una serie que se llama Buffy, the slayer. Una cazavampiros con tendencia a liarse con demonios (tampoco nada habitual en su especie, aunque no es tan ninfómana como la de Archibaldo, jiji). El caso es que el 1º demonio que se liga se llama Ángel.
Sí, Ángel.
Que luego incluso le dieron una serie aparte y todo.
En fin...
Vayaaa!!! Pues ahora entiendo de donde salen ciertos programas!!! Jajajaja!!!
ResponderEliminarAunque bueno, no me gustaria pensar que Archibald es el zoquete que ha creado programas como Donde estas corazon!! xDDD
Un besitooo
Vayaaa!!! Pues ahora entiendo de donde salen ciertos programas!!! Jajajaja!!!
ResponderEliminarAunque bueno, no me gustaria pensar que Archibald es el zoquete que ha creado programas como Donde estas corazon!! xDDD
Un besitooo
Pues fíjate que a mí me gusta mucho el nombre
ResponderEliminarJajajajajajaajaja.
ResponderEliminarMuy muy muy bueno el final! No me lo esperaba para nada!
Uf me paso mucho por aquí, pero apenas tengo tiempo de comentar.
Salu2
Debo estar endemoniado, pues la televisión me ha entretenido toda la vida, aunque nunca pude considerarla totalmente en serio. Besos
ResponderEliminarLa televisión en sí no es mala, y el programador sólo es un mandao. Los verdaderos responsables de la calidad televisiva son el público, que es quien decide qué quiere ver, y los productores, que son quiens deciden qué quieren emitir.
ResponderEliminarLa duda es ¿la gente ve lo que emite la televisión, o la tele emite lo que la gente quiere ver? Personalmente, me inclino más por la segunda opción. Todos tenemos un botón en la tele que sirve para apagarla ;)
Un beso, Nanny.
Divertidísimo. Y con mucha miga...
ResponderEliminarJajajajajajajaja!!!! pobrecito mío!!!! Jajajajaja!!! eso si es el colmo de la mala suerte!!!
ResponderEliminarQue genial tu imaginación... es que no se como se te ocurre!!!
Un besote!!!
Hola! Gran demonio este. Creo que desde que la madre de Archibald le puso nombre mortal, le siguieron muchas otras, porque estoy convencido de que el mundo esta lleno de demonios con nombres de mortal.
ResponderEliminarUn besico, muac!
qué bueno tu texto!!! me encanta!!! Ay, hacía días que no te frecuentaba... me di un atracón de tus letras... Besos... pau llanes
ResponderEliminarahora entiendo el porque la tv me saca las ronchitaaas!!!
ResponderEliminarme archibaldeado por completito desde los cachos hasta el rabo...
ResponderEliminarlo de la ninfómana es pérfido!!!
a lo mismo con las anotaciones al pie.
Saludos
Jejejejeje, eres genial como siempre en tus relatos. ^_^
ResponderEliminarMás besotessssssssss