Adicción

Lo sabía, lo sabía, lo sabía.
Sabía que no debería haber ido a esa fiesta.
Sabía que debería haberse negado a ir a ella desde el primer momento.
Sabía que iba a suceder lo que, finalmente, había sucedido.
Sabía, sobre todo, que era tonto, tonto, tonto. Meses de sufrimiento en aquella maldita clínica de rehabilitación para que, en menos de diez minutos, todo se fuera al garete.
Y todo porque tenía el cerebro reblandecido por el amor y bien relleno con endorfinas, dopaminas y oxitocinas. Así, claro, le fue imposible decirle a su novia que no iría a la fiesta con ella. ¿Cómo iba a mirar aquellos enormes ojos azules y decirle que no? No hay enamorado lo bastante valiente como para hacer semejante cosa. Desde luego él no podía, y por no poder había ocurrido lo que tenía que ocurrir: que había recaído y de la peor manera.
Tras tan sólo media hora de estar en la fiesta parecía que todo estaba bajo control y se sintió lo bastante confiado como para atreverse a relajarse y disfrutar. La música e…
Sabía que no debería haber ido a esa fiesta.
Sabía que debería haberse negado a ir a ella desde el primer momento.
Sabía que iba a suceder lo que, finalmente, había sucedido.
Sabía, sobre todo, que era tonto, tonto, tonto. Meses de sufrimiento en aquella maldita clínica de rehabilitación para que, en menos de diez minutos, todo se fuera al garete.
Y todo porque tenía el cerebro reblandecido por el amor y bien relleno con endorfinas, dopaminas y oxitocinas. Así, claro, le fue imposible decirle a su novia que no iría a la fiesta con ella. ¿Cómo iba a mirar aquellos enormes ojos azules y decirle que no? No hay enamorado lo bastante valiente como para hacer semejante cosa. Desde luego él no podía, y por no poder había ocurrido lo que tenía que ocurrir: que había recaído y de la peor manera.
Tras tan sólo media hora de estar en la fiesta parecía que todo estaba bajo control y se sintió lo bastante confiado como para atreverse a relajarse y disfrutar. La música e…