domingo, 26 de abril de 2009

Charcos

A Martín le aterraban los charcos, incluso el más pequeño.


Se aterrorizaba cuando veía un niño dispuesto a saltar sobre esos mares enanos y, sin poder evitarlo, cerraba los ojos y se encogía a la espera del grito que le indicara que la criatura había desaparecido engullida por las estancadas aguas.


Rodeaba cuidadosamente cada charco que encontraba en su camino convencido de que, en cualquier momento, podía surgir de sus profundidades una garra cadavérica dispuesto a sujetarle por los tobillos y arrastrarle a un espeluznante universo lovecraftiano.


Martín ni tan siquiera soportaba ver los reflejos de las cosas en los micro lagos ciudadanos. Le provocaba ataques de pánico la idea de que, si se paraba a mirar esos reflejos podría acabar mirando cara a cara al mal en su estado más puro y sanguinolento.


Pero todos estamos expuestos a sufrir un accidente, incluido el precavido Martín. Una mañana lluviosa, en un intento por sortear un pequeño charco, Martín cayó de bruces en un enorme, curiosamente cristalino y aparentemente plácido, charco.


En un instante se vio rodeado por una profunda oscuridad. Se sintió caer durante lo que le parecieron eones. Notó su carne consumirse lentamente. Curiosamente, su cuerpo no sufría ni dolor, ni sed, ni hambre. La oscuridad lo había engullido y ahora lo estaba digiriendo lentamente. Pasó una eternidad hasta que, al fin, atisbó luz sobre su cabeza.


Su mano salió disparada del charco. Buscó algo a lo que aferrarse. Agarró un pie y, mirando hacia arriba, contempló aterrado que su mano aprisionaba un tobillo -su tobillo- y que una cara -su cara- miraba con espanto como una mano -su mano- aferraba su tobillo y que una espeluznante y deforme cara -su cara- lo miraba con estupor desde el fondo de uno de esos charcos que siempre le habían aterrorizado.



miércoles, 22 de abril de 2009

Charla (Divertimento)


Primero oscuridad. Luego un leve destello de luz. Finalmente, una voz profunda que saluda...


-Bienvenido a la Muerte, señor Arnaiz.


-Así que el Más Allá es esto...


-Pues sí, es esto...


-Ajá... es esto... sea lo que sea esto, claro...


-Claro.


-Y, por lo que veo, usted no va a decirme qué es esto...


-Pues ve usted muy bien para estar muerto.


-Muchas gracias.


-De nada.


-Porque... estoy muerto ¿verdad?


-Verdad.


-Ajá... así que estar muerto es esto...


-Pues sí, es esto...


-Vaya, no pensé yo que fuera a sentirme... así.


-¿Y cómo es... así?


-Pues... así... como muerto pero no tanto... no sé, una cosa rara...


-Ya. Entiendo.


-Y, bueno, imagino que usted será la Muerte o algo así ¿no?


-Algo así, supongo.


-Supone... ya veo que es usted el campeón de la precisión. En fin, al menos podrá decirme qué tengo que hacer ahora.


-Pues... no, no puedo decírselo porque eso depende totalmente de usted.


-¿De mí?


-Sí, de usted, de lo que usted crea. Aquí, en esto que usted llama Más Allá, cada uno encuentra lo que piensa que va a encontrar. Por lo que veo o, mejor dicho, por lo que no veo, usted no era creyente de nada.

-Pues no, la verdad es que no, tiene usted razón ¿Supone eso un problema?


-Realmente, no. Tan sólo que tendrá más trabajo que el creyente.


-¿Por?


-Pues porque, mientras que ellos ya lo tienen todo hecho, usted tendrá usted que crearse su propio Más Allá.


-Oiga, pues suena divertido. Sí, señor, realmente divertido. Con su permiso, me voy a dar un paseo por mis “dominios” a ver con qué me sorprendo. ¿Viene usted?


-No, yo me quedo por aquí. Ya he cumplido mi misión con usted y tengo que seguir con mi trabajo. Bienvenido a la Muerte y que usted lo pase bien.



-Muchas gracias y... ¿buenas tardes? Bah, qué más da ¿verdad? Adiós y que usted lo reciba bien.


El señor Arnaiz se aleja silbando una alegre cancioncilla. Tras él un destello de luz y una voz profunda que saluda....


-Welcome to Death, Mrs. Winters.



sábado, 18 de abril de 2009

Soñadores


Una mañana, sin pensarlo mucho, decidió escribir el siguiente anuncio:


Soñador harto de compartir sueños con la soledad busca soñadora que quiera compartir su castillo en el aire, volar en una nube color de rosa, viajar hasta la luna, crear planetas, construir estrellas e inventar todo tipo de mundos. Abstenerse espejismos e ilusiones ópticas”.


Luego dobló el papel hasta formar un pequeño avión, se fue a la montaña más cercana y desde allí lanzó palabras y sueños hacia el cielo azul.


La respuesta llegó desde más allá del océano, en alas del viento, con olor a tierra mojada y a mañana recién nacida:

En los sueños vivo, de sueños me alimento. De fantasía visto y de ilusión me maquillo. Busco un soñador que no tema volar más allá de la realidad. Nos encontraremos en tus sueños sólo con que tú lo desees.”


Y en sueños se conocieron. Y en sueños se enamoraron. Y en sueños vivieron su amor.


Cada uno tenía su vida real y jamás desearon compartirla, se conformaban con tener un compañero de ensoñaciones y eso es lo que encontraron gracias a aquel anuncio.


Muchos piensan que son unos locos y puede que tengan razón pero no cabe duda de que son un par de locos felices y eso es lo que importa...



All I have To Do Is Dream -

martes, 14 de abril de 2009

Tesoro secreto


Peligrosos, prohibidos, mágicos. Eso le habían enseñado sobre ellos. Eran peligrosos porque eran mágicos y, por tanto, su posesión estaba totalmente prohibida al vulgo. Su uso traía locura, decían, locura y muerte. Nada bueno venía de ellos, le contaban, sólo maldad, soberbia, inmoralidad.


Se hablaba de ellos en temerosos susurros. Los viejos contaban terroríficas consejas sobre ellos... peligrosos, prohibidos, mágicos. Se lo habían repetido una y otra vez desde su más tierna infancia. Huye de ellos. Si ves uno, sal corriendo. Aléjate de esos locos herejes que pretenden hacerse con el poder que desprenden.


Peligrosos, prohibidos, mágicos. Cosas del maligno. Sólo el Gran Administrador y sus Consejeros podían usarlos sin peligro pues ellos eran dueños de sus secretos y sabían cómo dominarlos. El resto debía mantenerse alejados de ellos bajo pena de muerte.


Peligrosos, prohibidos, mágicos. Una y mil veces le habían hablado de los viejos tiempos, cuando todos podían tener acceso a ellos; aquella era maravillosa cuando nuestros ancestros eran sabios y dominaban el mundo. Habían usado la magia que existía en ellos y se habían llegado a creer mejores que los propios dioses hasta que, finalmente, habían pagado su pecado de soberbia con la guerra, la muerte , el hambre... eso contaban los viejos, eso contaba el Gran Administrador, eso contaban los poderosos.


Peligrosos, prohibidos, mágicos. Por eso le atraían tanto. Porque todos les temían, porque el poder los prohibía, porque contenían toda la magia necesaria para volver a los viejos buenos tiempos. Por eso, en lugar de denunciar aquel hallazgo casual, se lo había callado. Sabía que si le contaba a alguien lo que había encontrado en aquella bodega la destruirían con todo su tesoro dentro. Mejor callar y ocultar su peligroso descubrimiento.


Sí, sí, mejor callar y ocultar. Mejor acudir cada noche, a solas, a escondidas, para mirarlos sin entenderlos, para tocarlos sin comprenderlos, para intentar desentrañar su secreto sin conseguirlo.


Peligrosos, prohibidos, mágicos. Eso le habían contado desde su más tierna infancia.


Peligrosos, prohibidos, mágicos pero, algún día, el aprendería su secreto.


Peligrosos, prohibidos, mágicos. Así eran esos extraños utensilios que los viejos, en apagados susurros, llamaban libros.





viernes, 10 de abril de 2009

Gerontofobia

Aunque vivir como un serial killer resulta sumamente complicado, Amaranto Ruidobro lo había logrado sin demasiados problemas. Nadie, ni familia, ni amigos, ni vecinos, habría sospechado jamás que su gran afición era torturar y matar lentamente a otros seres humanos y en lo que se refiere al cuerpo de policía si alguien hubiera acudido a ellos sosteniendo la idea de que en la ciudad habitaba un psicópata de los más peligrosos y activos, habrían pensado que estaban ante un conspiranoico con mucho tiempo libre.


Y es que Amaranto, a diferencia de otros serial killers, ni mataba siempre de la misma forma ni elegía siempre al mismo tipo de víctima. Ambas cosas variaban constantemente. Era, además, extremadamente cuidadoso, no dejando nunca ni la más mínima huella ni el menor rastro.


Nunca había tenido un fallo... hasta que lo tuvo, claro.


Todo comenzó de la forma habitual, escogiendo a su víctima. Salió a la calle una mañana dispuesto a encontrar una presa fácil y elegida al azar, como siempre. En esta ocasión la “afortunada” fue una ancianita que se le coló en el autobús(1).


La siguió hasta su casa. Aprendió sus costumbres. Consiguió una copia de sus llaves. Planeó cada movimiento con sumo cuidado y, cuando lo tuvo todo bajo control, atacó.


Era una noche sin luna. Todo estaba en silencio. Supuso que su presa ya estaría en la cama. Entró sigilosamente dejando sus “herramientas de trabajo” a un lado de la puerta de entrada. No llevó nada consigo, ni tan siquiera el anestésico que utilizaba habitualmente pues estaba convencido de que hallaría a su víctima profundamente dormida. Tan sólo tomó una cuerda para poder atarla a la misma cama en la que esperaba encontrarla.


Amaranto entró lentamente en el saloncito. Ayudado por la luz procedente de las farolas de la calle comenzó a dirigirse hacia el pequeño dormitorio.


Un paso. Dos pasos. Casi tropieza con el sillón. Otro paso. Cada vez más cerca de la puerta. El silencio sólo era roto por un antiguo reloj que desgranaba pesadamente los minutos.


Otro paso más y...


¡Zas! Amaranto cayó al suelo como un saco.


Al despertar conservaba aún la cuerda pero atada en torno a sus brazos y piernas.


Su víctima, la pequeña ancianita, se encontraba frente a él, haciendo calceta y rodeada por una media docena de amigas. La visión era terrorífica(2) y Amaranto, el gran serial killer, causante del terror de docenas de seres humanos, tembló de miedo.


Y, durante las semanas que duró su cautiverio, descubrió que tenía razones sobradas para ello.


Las ancianitas se turnaban para torturarle. Y eran torturas realmente inhumanas.


Le contaron cientos de anécdotas de juventud. Le enseñaron miles de fotografías en sepia. Le hablaron todas de sus difuntos maridos, de sus ausentes hijos, de sus amados padres y hermanos. Le hicieron jerseys, chaquetas, calcetines, guantes, bufandas, gorros de lana de todos los colores, formas y tamaños. Cubrieron la habitación donde lo mantenían encerrado con tapetes: tapetes en la cama, tapetes en la silla, tapetes para la mesa, tapetes, tapetes, docenas de tapetes. Le obligaron a beber litros y litros de té y a comer kilos de pastitas. Lo engordaron a base de caldos, guisos, asados... Oh, sí, lo torturaron de todas esas sutiles y temibles maneras en que son capaces de torturar las “dulces abuelitas”.


Un día, por fin, se aburrieron y lo dejaron en libertad.


Desde entonces, Amaranto dejó de ser el mismo. Dejó su ciudad. Dejó su país. Dejó de dormir tranquilo. Dejó de torturar y de matar. Y, sobre todo, desarrolló una incontrolable y -para su familia- sorprendente fobia hacia las ancianas.


(1) A la “sutil” manera en que las ancianitas suelen hacerlo, es decir, hincando fuertemente su codo en las costillas del individuo a adelantar y empujándolo con sus -supuestas- escasas fuerzas. En lugar del codo suele usarse también: pisotón en dolorido callo, golpe con bastón/paraguas y, si nada de esto funciona, la más terrible de todas las armas: miradas, insinuaciones de mala educación y, en casos extremos, el chantaje emocional descarado.

(2) Siete “dulces ancianitas”, todas con vestidos floreados, todas con sus pequeños chales de lana, todas con sus apretados y blancos moños, todas haciendo calceta... Esa es una imagen que ocuparía el número 1 en el ranking de las pesadillas más terroríficas.



P.S.: Muchísimas gracias a todos por las felicitaciones... si hasta ha comentado hasta algunos que yo creí que ya ni me leían :) Muchas, muchísimas gracias por estar ahí...


sábado, 4 de abril de 2009

Regalo de aniversario

En nueve años caben tantas cosas...


En nueve años caben, entre otras cosas, varias centenas de besos y otras tantas caricias. Caben, también, kilos de “te quiero”, “te amo”, “te necesito” y “te deseo” y, en algún momento, incluso varios “te añoro”, “te extraño”, “vuelve pronto”, “no tardes”...


En nueve años caben esperanzas, ilusiones, futuros que se hacen presentes, presentes que se vuelven pasados, anhelos, desilusiones, alegrías, penas, frustraciones, discusiones, reconciliaciones, abrazos, reencuentros, cálculos, planes, risas, alguna lágrima, sueños, charlas e, incluso, algún grito. En nueve años caben horas de confortables silencios, kilómetros de paseos, ríos de palabras y cientos de miradas que hablan.


En nueve años caben un estresante cambio de ciudad -yo-, una mudanza -de momento-, dos embarazos, la pena de un aborto -espontáneo- y la alegría de un nacimiento, muchas noches sin dormir, aprender a ser padres, las lágrimas por un abuelo, el comienzo de una carrera -el “husband”-, los nervios del primer día de cole de una hija, el exitoso final de una carrera -ingeniero técnico en informática-, las lágrimas por un padre... Y alguna cosa más que alargaría mucho esta enumeración.


En nueve años caben nueve primaveras con sus nueve veranos, sus nueve otoños y otros tantos inviernos de camino compartido. Caben nueve cumpleaños con sus nueve ramos de flores, nueve Nocheviejas con sus nueve besos. En nueve años caben, exactamente, nueve aniversarios ni uno más ni uno menos.


En nueve años cabe una vida, corta, pero una vida. En nueve años hemos crecido en edad, en amor... quién sabe si en madurez.


En nueve años hemos pasado de las mariposas en el estómago al sosiego de lo cotidiano, del frenesí a la serenidad, del enamoramiento al amor de verdad.


En nueve años nos hemos descubierto el uno al otro -y hemos descubierto juntos- libros, películas, actores, autores, músicas, nuevos intereses... En nueve años nos hemos enseñado y hemos aprendido el uno del otro cientos de cosas.


En nueve años cabe un mar de felicidad, un enorme lago de amistad, un profundo pozo de compañerismo y un inagotable torrente de amor.


Sí, señor, en nueve años caben tantas, tantísimas cosas.


En nueve años cabe tanta, tantísima vida.


Imagina lo que puede caber en todos los años que quedan por venir...


P.S.: Ruego disculpen la cursilería pero es que una no celebra todos los días su "Aniversario de barro" (esto lo aprendí gracias a este post de Carmncitta :D).



True colors - Cindy Lauper




miércoles, 1 de abril de 2009

Alma

Un día poseeré su alma, se dijo al conocerla.


Y esa aspiración movió su vida entera.


Quiso ser romántico e intentó seducirla, conquistarla, enamorarla... pero su alma -la de ella- le fue esquiva.


Probó con el arte e intentó atrapar su alma en pinturas, fotografías, esculturas... pero su alma -la de ella- se le escapaba.


Ensayó con la escritura e intentó aprisionar su alma en epístolas, sonetos, redondillas... pero su alma -la de ella- siempre lograba escabullirse.


Experimentó con artes esotéricas y probó con encantamientos, hechizos, sortilegios... pero su alma -la de ella- era muy escurridiza.


Tanteó todos los métodos que se le ocurrieron para poseer su alma-la de ella-.


Todos, menos el más sencillo, el más simple, el más obvio: acercarse a ella, conocerla, darle amor de verdad.


Sólo al final de su vida se dio cuenta de esto.


Y tan sólo al final de su vida se dio cuenta de que, durante todo ese tiempo, había sido ella quien había poseído su alma -la de él-.





Karma

  El viejo monje observaba la delicada mariposa posada en su dedo. ‒Una vez fui como tú -le dijo-, y una vez tú fuiste como yo. Lo recuerdo ...